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Pérez Villalta, geómetra a lo divino

La obra última de Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948), uno de los pintores españoles más relevantes de las últimas décadas, se exhibe desde ayer en la galería de Soledad Lorenzo (Orfila, 5), de Madrid, que ha modificado su espacio interior con un nuevo muro.Intempestivo por naturaleza, la intempestividad de Pérez Villalta no alcanzó la categoría de rebelión dramática hasta el ecuador de la pasada década, que fue cuando su apuesta por un mundo personal le sacó por completo del esquema de lo modernamente correcto.

Premio nacional de Artes Plásticas en 1985, entre otros reconocimientos públicos, el que Pérez Villalta se haya convertido en un "raro" no le ha privado de un sólido grupo de fieles locales, pero tampoco del muro de cordial silencio que rodea a los recalcitrantes, cuyo rasgo más característico es el rótulo de "no apto para la exportación".

Sea como sea, Pérez Villalta no ha hecho la menor concesión al respecto. Así, cada dos o tres años, sabemos que nos presentará lo producido en ese periodo; que, simultáneamente, publicará el diario escrito de lo vivido y pensado acerca de su obra, y, en fin, que ésta concordará con suspreocupaciones plástico-filosóficas, estén entonces de moda los neoabyectos o los paleoconceptuales. Por lo demás, es el comportamiento de quienes, en cualquier época, han tenido artísticamente algo que decir, que, por fuerza, ha de ser personal.

Pero estar a lo suyo, no significa que lo que se exprese sea siempre lo mismo: el artista ensimismado se busca en la profundidad, se interioriza, y, en esta cala en pos de sí, fondea en el vacío sin nombre, donde todo es posible. Es ésta una experiencia mística, que, según las circunstancias, impone silencio o elocuencia.

Pérez Villalta no ha perdido, por el momento, la facultad de proporcionamos esas imágenes cifradas de su experiencia. Se han vuelto, en el momento presente, más nítidas y cristalinas, quizá porque, prescindiendo severamente de la profundidad de la perspectiva, las aplanadas escenas concentran la acción al máximo y las figuras se convierten en iconos. El resultado final es una especie de geometría a lo divino: una asombrosa mezcla de Leonardo y Bizancio. En este punto de intersección, como quien se sostiene en un precario equilibrio sobre un fondo abismal, ha elegido emplazarse Pérez Villalta y ahí sigue.

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