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La policía de Arafat toma el control de Hebrón

No está del todo claro quién arrojó la primera patata, el primer tomate o la primera piedra. Lo cierto es que la convulsión que estalló ayer en el mercado árabe de Hebrón ofreció al Ejército israelí una oportunidad inmejorable para demostrar quién es el que sigue siendo el amo del centro comercial y religioso de la populosa ciudad cisjordana. Cuatro horas después del repliegue parcial israelí del 80 por ciento de Hebrón, la Ciudad de los Patriarcas respiraba aire de conflicto a pesar de las declaraciones israelíes, y palestinas de que el acuerdo ha abierto un capítulo esperanzador.

Fue un incidente confuso lo que agitó repentinamente el ambiente. Separados por un formidable cordón militar, palestinos y colonos judíos intercambiaban miradas en una esquina del principal mercado árabe que por su proximidad a los enclaves judíos de Beit Hadassa y Avraham Avinu queda dentro de la denominada Zona H-2, es decir, territorio bajo exclusivo control militar israelí. Unos jovenzuelos palestinos, probablemente todos de la flamante Zona H-1, la zona palestina, hacían el signo de la victoria a pocos metros de un piquete de colonos adolescentes capitaneados por un fornido judío coronado de una kippa marrón y cubierto de una larga barba negra, que actuaba como apuntador de estribillos hostiles a los palestinos ("sois los árabes sucios").Soldados israelíes intentaron dispersar a los palestinos y fue entonces cuando alguien gritó en hebreo: "¡Socorro, que nos están apedreando!". Al instante, comenzaron a volar naranjas, bananas y una variedad de legumbres. En un santiamén, tropas bien armadas cerraron el mercado, declararon el estado de sitio en un área del tamaño de un campo de fútbol y dispersaron a bastonazos a mercaderes, compradores y curiosos.

Fue el epílogo de una media jornada de tímida algarabía palestina que comenzó al alba cuando el Ejército israelí entregó las llaves del viejo cuartel de Hebrón al general palestino Jibril Rajub, el jefe supremo del aparato policial de Yasir Arafat. La ceremonia fue breve. Apenas dos minutos.

El festejo fue modesto en comparación con las escenas registradas cuando los israelíes se fueron de gran parte de Gaza y Jericó en 1994 y de siete ciudades y pueblos palestinos el año pasado cumpliendo con los tratados de Oslo. Lo que había ayer en Hebrón era escepticismo. "¿Cómo podemos festejar, en regla si nos han condenado a vivir junto a los colonos judíos que sólo quieren adueñarse de nuestra ciudad, de Jerusalén, de toda nuestra Palestina?", se preguntaba Sultán Najati a la salida de la mezquita de Ibrahim.

Según los acuerdos, Israel dejará cerca de 2.000 soldados para proteger a los 450 colonos atrincherados en el centro histórico Pero al mismo tiempo, tendrá control directo sobre los cerca de 20.000 palestinos residentes en la zona H-2. La fuerza que se queda en Hebrón, sin embargo, no inspira confianza a los colonos "Éste es un día de luto para todos los judíos", declaró Noam Arnón, uno de los líderes de los asentamientos.

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