Henze integra madrigales, boleros y danza japonesa en su última ópera

El compositor Hans Werner Henze (1926), del que, junto a Britten, se han estrenado más óperas en la segunda mitad del siglo XX, ha tocado todos los palos en el intento de buscar un sentido diferente, acorde con los tiempos actuales, al género lírico. La integración de diferentes lenguajes está en el corazón de Venus y Adonis, ópera en un acto de unos 70 minutos de duración con libreto del escritor alemán Hans-UIrich Treichel (1952), estrenada anteayer en un abarrotado Teatro Nacional de Múnich, por encargo de la Bayerischen Staatsoper.

Henze dirige desde 1988 la Bienal de Múnich, un foro desde el que se trata de redefinir las fronteras del teatro musical y contribuir a una relación más estrecha entre las artes, pero antes ya había probado suerte en óperas radiofónicas, en un vodevil como La cubana (con libreto de Hans Magnus Erzensberger), en una recreación del personaje de Manon en Boulevar Solitude sin temer las comparaciones con Massenet y Puccini, en óperas serias como Die Bassariden o en óperas cómicas como El joven lord. Nada de la música para la escena le es ajeno a Henze. Conoce a la perfección el oficio y eso se nota.La actualización de la historia de amor entre Venus y Adonis es contemplada en una doble dimensión: en tiempo real 'con unos cantantes que encarnan a unos actores preparando una representación de la leyenda; y en tiempo mitológico con unos bailarines que dan vida a los personajes de Venus, Marte y Adonis desde una perspectiva ritual, a caballo entre el Kabuki, el Nò y la danza moderna japonesa, gracias a una coreografía de Min Tanaka en la que también se introducen como mimos figuras legendarias (en concreto, varios caballos).Pastores en un árbol

Las dos acciones tienden a coincidir y se ven reforzadas por los madrigales que, a modo de comentario, entona un coro de se¡

pastores desde el interior de un enorme y frondoso árbol que llena prácticamente un escenario flanqueado por una arquitectura geométrica.

Madrigales renacentistas y recitativos se alternan en el tratamiento vocal con boleros de inspiración española, dentro de una estructura musical muy precisa y concentrada, desentrañada con pasión hasta el más mínimo detalle por el joven director alemán de 31 años Markus Stenz, quien ya se había hecho cargo de la ópera anterior de Henze, Das verratene Meer, estrenada en Berlín en 1990.

Los encuentros entre Naturaleza y artificio, entre Renacimiento y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre lo oculto y lo popular, entre boleros y madrigales, entre movimiento y palabra, o entre evocación y estética actual, son resaltados por un trabajo escénico equilibrado del libanés Pierre Audi, actual director de la inquieta Ópera de Amsterdam y anteriormente responsable innovador teatro Almeida de Londres. La wagneriana Nadine Secunde, el rossillano Chris Merritt y el cada vez más activo E. Wlaschiha cantaron con entrega y profesionalidad.

Casi un cuarto de hora de ovaciones, y algún leve silbido, culminaron la noche en clima de gran éxito. Una ópera de nuestros días se ha encontrado con el público de un estreno mundial.