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El estornudo alemán

Emilio Ontiveros

No por esperados, los tres indicadores relativos a la economía alemana conocidos ayer dejan de incidir adversamente en la formación de expectativas sobre la evolución de las europeas en un año crucial para la unificación monetaria. Que el crecimiento de la economía alemana sea sólo algo inferior a lo previsto no tendría tanta relevancia si no hubiera estado acompañado del aumento, menos anticipado, del desempleo hasta un 10,8% de la población activa, y del déficit hasta el 3,9% del PIB. El Bundesbank celebraba su primera reunión del año sin que esos datos -incluido el modesto crecimiento del consumo privado en un 1,4% y el descenso en la inversión en construcción en un 2,7%- fueran considerados suficientes para bajar tipos.Sin necesidad de asumir la revisión a la baja que acaba de decidir uno de los institutos económicos alemanes para el PIB en 1997, desde el 2,5% al 2%, lo preocupante es que esa tasa será probablemente insuficiente para que Alemania consiga sanear sus finanzas hasta los niveles impuestos en Maastricht. Al igual que en el resto de los presupuestos, el de Alemania descansa en unas hipótesis de crecimiento y de reducción del desempleo suficientes para generar un aumento de ingresos y una reducción de gastos en concepto de subsidios que, en ausencia de reformas de alcance, permita ese objetivo de situar el desequilibrio en el 3% del PIB.

Antes de conocer los últimos datos, ese propósito se presumía como difícil; hoy lo es bastante más, so pena de introducir medidas de ajuste adicionales que sólo pueden localizarse sobre los capítulos de gasto. El Gobierno alemán, recuérdese, aplazó una vez más la reducción de ese recargo del 7,5% en el impuesto sobre la renta establecido tras la reunificación, con el fin de financiar la reconstrucción de Alemania del este. Con ello, Kohl asumía unos costes políticos elevados, incluido el distanciamiento de sus socios de coalición, a los que ahora se añaden los derivados de ese récord del paro y las más que razonables previsiones de aumento hasta febrero. El emblemático objetivo de reducir a la mitad ese desequilibrio en el 2000 es hoy pasto del escepticismo.

Una paradoja más. Si el Pacto de Estabilidad propuesto por el ministro Waigel hubiera entrado en vigor, Alemania vería incrementado su déficit en concepto de sanciones que ese acuerdo prevé para los países -considerados "delincuentes fiscales"- cuyo déficit exceda del umbral del 3% si no hay una profunda recesión. Alemania no está ni mucho menos cerca de esas circunstancias contempladas como eximentes, pero puede llegar a condicionar la esperada recuperación del conjunto de la región y la transición en los términos esperados en la Unión Monetaria.

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