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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ser y tiempo

EL AÑO se ha estrenado con un temporal que tardó en entrar más de lo previsto y cuya salida también se está demorando. Esta demora permitió alertar a los ciudadanos con tiempo, pero no fue suficiente para que las autoridades responsables adoptaran a tiempo medidas que habrían evitado algunos de los efectos padecidos: al aumento de accidentes achacable a las condiciones me teorológicas hay que sumar cortes de carreteras por la presencia de camiones y otros vehículos atravesados en la ruta por no utilizar cadenas, el aislamiento de algunas poblaciones por falta de sal para disolver las placas de hielo en los accesos y los cortes de luz por accidentes locales en el tendido. Y por encima de todo, la imposibilidad de obtener información telefónica en un servicio como el de tele-ruta, que quedó bloqueado desde el primer día. Y al final del proceso, el Ministerio de Fomento, como ya ocurriera hace poco en relación al aeropuerto de Barajas, prefiere descargar la culpa en otros organismos de la Administración. La nieve y el hielo han contribuido al aumento de víctimas en los desplazamientos vacacionales: 205 vidas, 16 más que hace un año, se han perdido entre el 20 de diciembre, inicio de la operación de Navidad, y el día de Reyes, en que finalizó. Pese a todo, en el conjunto del ano recien ido, el número de víctimas mortales (3.998) fue un 10% inferior al registrado en 1995. La Dirección General de Tráfico atribuye esa reducción de la siniestralidad, que prolonga la tendencia iniciada a comienzos de los noventa, a la m ora en el estado de las carreteras.Ello significa que tenían razón quienes hace una década insistían en ese factor como la causa principal de la mayor siniestralidad registrada en España respecto a otros países. El debate era entonces si el motivo fundamental era ése o más bien, como aseguraban las autoridades, la imprudencia de los conductores. La experiencia demuestra que, si bien no es posible evitar desgracias que dependen de elementos personales o casuales, sí es posible, mediante inversiones en infraestructuras, limitar el campo de lo azaroso y reducir sus efectos.

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Fomento culpa a Tráfico y a los guardias Civiles del caos en las carreteras

Recordarlo ahora es conveniente a propósito de los efectos del temporal. Es cierto que los medios de comunicación tienden (tendemos) a exigir respuestas inmediatas a todos los problemas surgidos, sea la sequía, las inundaciones o los incendios forestales, y que hacer caso a todos los emplazamientos implicaría la ruina fiscal del Estado; pero también lo es que sin esa presión las administraciones tienden a aplazar la búsqueda de soluciones, amparándose en la inevitabilidad de ciertas causas. Por eso hay que insistir en desvelar lo que ha funcionado mal, aunque se reconozcan mejoras respecto a situaciones similares vividas en el pasado.

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Aunque sea cierto que han funcionado a tope las cerca de trescientas máquinas quitanieves, no es normal que una carretera como la de Valencia a Madrid se viera inutilizada en las horas clave del regreso cuando ya llevábamos varios días de temporal. En el resto de la. red principal, la intervención ha sido más eficaz que en ocasiones anteriores, pero ha vuelto a haber problemas de coordinación en la secundaria. La explicación del Ministerio de Fomento sobre la lenidad de los guardias que toleran la circulación de camiones sin cadenas por tramos . en que son obligatorias resulta desconcertante: se supone que esos guardias dependen del mismo, Gobierno que los funcionarios del ministerio que se felicita del buen trabajo realizado.

Pero sobre todo ha funcionado mal la información. La saturación de líneas ha tomado inútil la existencia del servicio telefónico de atención al público de la Dirección General de Tráfico. Un responsable de esa institución explicó ayer que es un problema sin solución. Cuesta creer que, con tanta gente que cobra para prever soluciones de emergencia, constituya un problema insuperable instalar líneas adicionales y que al final el único consejo sea el de no viajar, o, si se hace, escuchar las emisoras de radio.

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