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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estabilidad razonable

EL PACTO de gobernabilidad entre el PP y CiU termina su primer ejercicio político con un éxito moderado. A pesar de las discrepancias puestas de manifiesto públicamente, sigue funcionando. Aznar ha tenido suerte por partida doble a la hora de pactar con Pujol. En primer lugar, y por encima de todo, por la convicción europeista del líder catalán, que hace impensable cualquier movimiento político que pueda perjudicar el objetivo de la plena. participación en la moneda única europea. Después, porque la propia dificultad que tenía Pujol para vender a su militancia un acuerdo con una formación que hasta el día de las elecciones había sido beligerante con CiU ha resultado un golpe de fortuna; mientras que para vender el pacto de investidura con el PSOE no hizo falta escribir ningún decálogo, Pujol necesitó exhibir una garantía escrita de los acuerdos con el PP. Un pacto escrito que aseguraba su cumplimiento pero limitaba su libertad de movimientos.La satisfacción por los dividendos se ha visto mermada posteriormente por la facilidad con que los nacionalistas vascos han conseguido algunas de sus reclamaciones más importantes e impelido a Pujol a dibujar un horizonte de autogobierno más ambicioso para esta legislatura. Este pacto ceñido a lo escrito ha supuesto de entrada una dificultad para Pujol, pero al mismo tiempo le da una mayor libertad en todo aquello que no figura en el acuerdo escrito.

La última entrevista entre ambos líderes, celebrada el viernes pasado, y los protocolarios mensajes posteriores demuestran que no hay ningún peligro inmediato para la estabilidad del Gobierno, pero también que se está concretando un escenario de desacuerdos, libres de cualquier compromiso. En el terreno de lo pactado, Pujol urgió a Aznar para lograr en el primer trimestre del año soluciones a algunos de los problemas que más apremian, como, por ejemplo, la financiación de la. sanidad. En la política de costas y puertos, cuya gobernación reclama CiU, persisten diferencias de, enfoque, así como en las transferencias del Inem. No parece presentar obstáculos el encontrar una fórmula para que la policía autonómica asuma competencias de tráfico.

En la cartera de Flujol sigue, para cuando crea oportuno, la anunciada reclamación de los impuestos especiales, un traspaso que se le negó por "razones técnicas" y cuya petición ha reavivado después de que lo obtuvieran los vascos. Las dificultades de comunicación entre los dos socios, que CiU no considera resueltas por el mero hecho de que se nombre un interlocutor, se han acrecentado en estos últimos meses. Algunas alegrías programáticas del Gobierno y los patinazos verbales del portavoz del Ejecutivo, a quien tuvo que replicar en plena apertura del congreso de Convergéncia, han obliga do a Pujol a enviar mensajes más o menos discretos de reconvención como cuando se vio en la necesidad de argumentar que es preferible un acuerdo entre los agentes sociales sobre la reforma laboral, aunque ello requiera más tiempo, a una inmediata intervención legislativa como la anunciada por Aznar.

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En el discurso de fin de año como presidente de la Generalitat, Pujol dibujó ayer un feliz horizonte económico para Cataluña. En sus breves reflexiones genéricas no ha hecho, quizás porque ayer "no tocaba" como presidente de la Generalitat, ninguna mención al susodicho pacto. Un silencio significativo que demuestra la comodidad con que lo administra Pujol.

Pujol ha hecho el llamamiento habitual a "un refuerzo del- autogobierno hasta el techo que nos corresponde como nación", pero, junto a tal apelación, ha aclarado a renglón seguido que ello debe hacerse "de manera asumible para los seis millones de catalanes". Desde hace unos meses algunos líderes del nacionalismo -e incluso del independentismo- catalán están lanzando proclamas para repensar los contenidos de su propio ideario. Comienza a oírse con frecuencia que algo está empezando a cambiar en Cataluña, en referencia no sólo a los vaivenes domésticos que- han tenido muchos partidos catalanes, sino a la necesidad para los líderes políticos de evitar que un sector de la sociedad catalana se descuelgue de su proyecto de Cataluña. En este terreno, Pujol tampoco quiere perder iniciativa política.

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