Historias de familia, geopolítica y genética
"Familias, os odio". ¡Lo hemos repetido tan a menudo!, quizá demasiado. A veces con motivo. Nos han acostumbrado, entre otras cosas, a "lavar los trapos sucios en familia", no fuera de ella. A menudo se recomienda "tratar a nuestra nación como a una auténtica familia". Forma parte de la educación patriótica, y puede que también de una moral. También sabemos a lo que nos arriesgamos al revelar cosas poco agradables para nuestros allegados, en particular para los compatriotas. He estado tentado de firmar este texto con seudónimo. Algunas confesiones traen desgracias. Otras, dan vergüenza. No es fácil expresar la pertenencia en forma de negación.Algunos elementos de este relato ya han sido tratados en diferentes circunstancias y he aludido a ellos en un texto: Un drama shakespeariano en la tragedia yugoslava. Pero quedaban muchas cosas por completar. No pretendo explicar nada. Tal vez sea necesario recordar en este exordio que los detalles (los que ya han sido utilizados) pueden adquirir una dimensión muy distinta cuando pasan a formar parte de un conjunto; que cuando están relacionados entre sí y unidos significan algo más o algo distinto.
Para una mayor claridad, el narrador expone este material en cuatro actos (en el sentido teatral del término), y considera las líneas que lo preceden como una especie de prólogo. En el reparto figuran diferentes personajes conocidos: presidentes, altos dignatarios, oficiales y oficiantes, sus jefes y sus servidores. El espacio donde se desarrolla la acción es un mundo ex, o más precisamente la ex Yugoslavia. Las circunstancias particulares, un armisticio que hace las veces de paz.
Primer acto. Algunos elementos de la trama ya son conocidos: el padre de Slobodan Milosevic era un teólogo ortodoxo; se quitó la vida con la bala de un revólver mucho antes de que su hijo se convirtiera en el hombre fuerte de Serbia; la madre del citado Milosevic se ahorcó, así como uno de sus tíos; él era por aquel entonces un activista de las Juventudes Comunistas. Su adolescencia debió de quedar marcada por estas experiencias. Sin embargo, las huellas no son visibles en su rostro de hombre adulto. Un comportamiento en apariencia resuelto y enérgico -o hábil- le permitió imponerse a los generales del Ejército llamado "popular y yugoslavo", incitándoles a apuntar sus cañones contra los pueblos de Yugoslavia, en Croacia y en Bosnia, en Vukóvar y en Sarajevo. En 1990, en una carta abierta publicada en Belgrado en vísperas de la guerra, le propuse que dimitiera para no verse obligado más tarde "a recurrir a su vez al suicidio". Los presidentes no siguen los consejos de los escritores. (Más tarde, añadí que incluso un suicidio no sería suficiente, pero ésa es otra historia).
Segundo acto. El padre del presidente croata Franjo Tudjman se suicidó después de matar a su esposa, madrastra del presidente, tras la II Guerra Mundial. Franjo Tudjman era entonces un mayor o coronel del Ejército yugoslavo que residía en Belgrado. En los años ochenta, ya instalado en el poder en Croacia, intentó presentar este triste suceso familiar como un oscuro asesinato perpetrado por los comunistas. Incluso citó a un testigo, un antiguo partisano de origen croata, que desmintió por completo esta invención. En efecto, es poco creíble que la policía de Tito eliminase, sin razón alguna, a un miembro de las más altas instituciones antifascistas de la Liberación, padre, además, de un alto oficial que en breve iba a convertirse en general del Ejército de Tito. El actual presidente croata se permitió declarar en 1995, quizá imprudentemente, que desde 1942 estaba dispuesto a matarse, desilusionado por ese comunismo al que aceptaría servir con gran celo durante veinticinco años más. Incluso simuló en televisión un gesto de suicidio, inconcluso, sin darse cuenta de la improcedencia de tal espectáculo. Le propuse dimitir en una carta abierta escrita en el momento de la destrucción del viejo puente de Mostar, mi ciudad natal, pero los presidentes no escuchan a los hombres de letras ni siquiera en Croacia. (El dramaturgo debe abstenerse de insistir en este caso debido a la enfermedad que actualmente sufre su personaje, enfermedad de una naturaleza muy diferente, que podría aportar bastante de imprevisto al desenlace de la tragedia que sufre el país. Después de todo, le deseamos una completa curación).
Tercer acto. Como es sabido, el general Ratko Mladic tiene una orden de búsqueda del Tribunal internacional de La Haya por "genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra". Parece conservar, a falta de su graduación, toda su autoridad en el Ejército serbio de Bosnia, lo que es una violación flagrante de los acuerdos de Dayton. Su hija, al enfrentarse al mal encarnado por su padre, eligió matarse noblemente cuando los cadáveres enterrados a toda prisa en Srebrenica aún no se habían enfriado. El odio que manifiesta Ratko MIadic hacia los croatas, y más especialmente hacia los bosnios de origen musulmán, se explica menos por la propaganda de la Gran Serbia, apoyada por numerosos intelectuales "liberales", que por otro hecho doloroso: su padre fue asesinado por los ustachas durante la II Guerra Mundial. (Más adelante hablaré del papel de la memoria).
Cuarto acto. Radovan Karadzic, ex jefe supremo de la República Serbia de Bosnia, hasta hace poco llamada "autoproclamada" y actualmente privada de este epíteto, a la vez psiquiatra y especialista en depuración étnica, también está buscado por el Tribunal de La Haya por "crímenes contra la humanidad". Generalmente se ignora que mucho antes de esta nueva guerra su padre fue acusado en la ex Yugoslavia de haber violado y cometido incesto con una menor unida por lazos de sangre a su familia. (Confieso no tener entre mis manos el informe completo de esta sentencia; sigue habiendo muchos documentos inaccesibles en algunas zonas de Bosnia). Este acto prefiguraba, según se dice, todos los estupros de los que iban a ser víctimas tantas mujeres musulmanas, y también algunos hombres. La poesía de Karadzic, de muy escasa calidad, "cantaba" la destrucción de la ciudad mucho antes de que los primeros morteros lanzaran sus obuses sobre Sarajevo. (Mi padre era un ruso de Ucrania: imagínense lo que sentí, hace más de dos años, cuando supe que la nueva Asociación de Escritores Rusos, en Moscú, había otorgado a este verdugo un premio literario por su obra poética. También recibió en Rusia la cruz de San Andrés por "sus méritos como hombre de Estado").
Didascalias. En semejante dramaturgia, los lugares pueden desempeñar un papel a menudo menosprecido por los no iniciados. (La célebre "maldición de los lugares" es conocida desde los tiempos homéricos). La Ope-
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ración Tormenta que tuvo lugar en 1995 en la región de la Krajina, en, Croacia, y que fue ensalzada a bombo y platillo, provocó el éxodo de más de 100.000 serbios que vivían allí desde hacía muchos siglos, defendiendo a Europa central de las invasiones asiáticas. No fueron sólo los extremistas quienes tuvieron que exiliarse, sino también toda una población pasiva de civiles que desearían regresar a sus casas, aunque hayan sido saqueadas o incendiadas. El gran artífice de esta operación fue, indiscutiblemente, el ministro croata Gojko Susak, que no esconde la pertenencia de su padre al movimiento ustacha y al que ha podido incluso verse en televisión saludar a sus fieles brazo en alto. Raros eran los ustachas que no tenían las manos manchadas de sangre, pero nada sé de su padre. Precisamente fue en la región de Krajina donde el número de masacrados durante la II Guerra Mundial fue el más elevado de toda la ex Yugoslavia. (No estoy en condiciones de confirmar si la Operación Tormenta fue realmente preparada por especialistas estadounidenses retirados que habían aprendido la carrera de las armas en la guerra de Vietnam y en otros lugares).
En la geografía trágica de nuestra historia, localidades bosnias como Foca, Gorazde o Srebrenica también tienen su sitio: allí, en 1942 y 1943, miles de eslavos musulmanes fueron asesinados por los chetniks serbios. El Drina, descrito de forma sublime por Ivo Andric, estuvo teñido de sangre. (Yo por entonces era un niño, no lo vi). . Al escribir mis confesiones sobre el "mundo ex" he intentado mostrar que la memoria constituye uno de los orígenes casi fatales de la guerra en mi país. Muchos intelectuales,, de todas partes, hablan de la memoria extasiados o con desenvoltura.
Dije al principio que el drama yugoslavo se asemejaba a una tragedia shakespeariana. Vuelvo a leer Ricardo III: esos muertos y esos asesinatos, histerias, hipocresías, conjuras y las complicidades, depuraciones de todo tipo, apariciones, el monstruoso duque de Gloucester y el pérfido Buckingham, el insignificante Eduardo IV, la desgraciada Margaret convertida en una especie de Erinia.
Las semejanzas entre vida y literatura son muy conocidas. Las relaciones entre geopolítica y genética lo son menos. No se trata sólo de simples historias de familia.
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