El sueño republicano
No está nada mal enterarse, cuando han pasado 20 años, de que la República fue el gran sacrificio del PCE en la firma del pacto constitucional. Olvidadizo o poco informado de la historia de su partido, el actual secretario general no recuerda o no sabe que los comunistas, como los socialistas y los anarquistas, no vienen de una tradición republicana. Cuando la República se proclamó en abril de 1931, los escasos comunistas que había en Madrid irrumpieron en la Puerta del Sol encaramados a una camioneta al grito de "muera la República burguesa y vivan los Soviets". Para el PSOE, la República era estación de tránsito hacia el socialismo, nunca fin de trayecto. Si los comunistas la combatieron desde el instante en que nació, los socialistas organizaron una revolución contra ella, cuando sólo tenía cuatro años, acusándola de ser una Monarquía disfrazada con gorro frigio. En cuanto a los anarquistas, no la dejaron respirar en ningún momento. Lamentablemente, la República no sólo tropezó en España con poderosos enemigos a la derecha: también abundaban, dispuestos a asaltarla con las armas, por la izquierda.Más vale, pues, no inventar tradiciones y venir a los tiempos recientes. ¿Eran republicanos los socialistas y los comunistas en los años 70? Pues no, no lo eran; o, al menos, no a cualquier precio. Los primeros habían renunciado a la restauración de la República desde su pacto de 1948 con los monárquicos. Todo lo que proyectó el PSOE, histórico o renovado, a partir de. esa fecha daba por supuesto que la transición a la democracia se realizaría en España bajo la llamada "situación de hecho", o sea, un rey en la jefatura, del Estado. El PCE, por su parte, no sólo había renunciado a la República, sino que empujó a don Juan para que declarara, como Gil Robles le aconsejaba 30 años antes, una especie de Gobierno-Regencia -con el compromiso de convocar Cortes Constituyentes que, claro está, no someterían a discusión la Monarquía. Don Juan no se atrevió a dar el paso, pero no porque los comunistas no le animaran a darlo
Lo hicieron porque habían formulado antes que nadie la tesis de que el problema en España no era de Monarquía o República, sino de Dictadura o Democracia. Para un comunista de los años 70 la cuestión de la forma política del Estado, si republicana o monárquica, carecía de sentido. ¿Por qué lo tiene súbitamente ahora? No porque la Monarquía se haya revelado como un obstáculo para la Democracia; tampoco porque exista una corriente de opinión, como la crecida durante el reinado de Alfonso XIII, que señale al Rey como el gran culpable del celebérrimo problema de España. La cosa, en realidad, no tiene nada que ver con la Monarquía o con la República, sino con el mismo partido comunista, que anda un tanto denostado después del estrepitoso fracaso de su política de conchabanza mediática con el PP para conseguir el sorpasso de los socialistas.
Julio Anguita creyó, en efecto, que un apabullante triunfo del PP dejaría al PSOE destrozado y convertiría a Izquierda Unida en fuerza hegemónica de la oposición. Éstas eran las cuentas, mil veces echadas, pero los resultados quedaron tan lejos de lo esperado que lo han dejado desnudo, sin política, sin fuerza para ejercer una eficaz oposición al PP y sin valor para dirigir la marcha de sus huestes al encuentro con el PSOE. En estas circunstancias, era lógico que las aguas de esa coalición en las que gusta bañarse para disimular su desnudez comenzaran a bajar turbulentas: no todos los socios «están dispuestos a sacrificar la rea lidad al deseo. Apresado así en las redes por él mismo tren zadas; Anguita no sabe qué hacer. Y, como es un romántico, sueña: quiere ver la República antes de morir. A lo me jor, cuando despierte, en esta vida o en la otra, se da el hombre de bruces con el comunismo, que es el horizonte irrenunciable de todo comunista de verdad; no la República, última forma de dominación burguesa y capitalista. ¿O tan mal andamos de memoria?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.