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Roma llena callada la ausencia de Mastroianni

El féretro del actor fue cubierto Con flores de Pascua enviadas por su hija Chiara

Respondiendo a una tácita estrategia que sólo las mujeres entendemos, aquéllas a quienes Marcello Mastroianni amó se han repartido los escenarios de sus honras fúnebres. El funeral en París, celebrado el pasado viernes, con una ceremonia religiosa que el actor nunca deseó, fue una especie de consagración de viudez para Catherine Deneuve, la madre de su hija Chiara -que se encuentra encinta de ocho meses-, mientras que la directora de cine Anna Maria Tató, que compartió los últimos años de vida de Mastroianni, permanecía voluntariamente apartada a un segundo lugar, no sin lamentar que no se respetara el firme ateísmo del actor. Anna Maria Tató, en declaraciones hechas a periodistas italianos, afirmó que él habría preferido una despedida en plena calle, acompañado por músicos ambulantes a su lado y entonando las canciones de sus películas. Pero Catherine Deneuve se había autoerigido en maestra de ceremonias. Y menuda es ella.

Oraciones, pensamientos

Para Flora Carabella, la esposa legítima, de quien nunca se divorció -"Me telefoneaba todos los días, y eso es lo que más echaré en falta", ha confesado-, quedaba en Roma. La ciudad que, últimamente, Marcello no quería visitar porque el recuerdo del difunto Fedeico Fellini le desgarraba íntimaente, desfiló ayer ante los restos mortales del gran actor, que fueron instalados en la Protomoeca del Capitolio, sede de la alcaldía romana, un espléndido edificio diseñado por Miguel Ángel, que domina la capital italiana desde una de sus más hermosas colinas. Miles de ciudadanos se pararon a rezar o simplemente a reflexionar un rato, en medio de un impresionante silencio, ante el túmulo cubierto de flores de Pascua enviadas por Chiara, la hija habida de Catherine Deneuve, que no pudo viajar a causa de su avanzado estado de gestación. Flora, la esposa legítima, y Barbara, la hija de ambos, acudieron temprano, y circularon fundidas con la muchedumbre con gran calma y serenidad. El cuerpo de Marcello Mastroianni llegó a última horade la mañana de ayer al aeropuerto Leonardo da Vinci, en Fiumicino, en un avión de Alitalia y desde allí fue trasladado a la capilla ardiente instalada en el Capitolio, donde ya lo, esperaban cientos de personas que recibieron el furgón con aplausos. La primera corona en llegar era de orquídeas y estaba firmada por Sofía Loren y su marido Carlo Ponti. Theo Angelopoulos, el director de cine griego, recordaba en la cinta que ornaba su ofrenda floral, su último encuentro: "La última vez. que nos vimos fue en Milán, llovía mucho y nos abrazarnos". Poco después fue depositado un mazo de rosas, a nombre de Anita Ekberg, la actriz' sueca que se metió con Marcello Mastroianni en la Fontana di Trevi -hoy cubierta con crespones negros- en la; famosa escena de La dolce vita, dirigida por Federico Fellini. "Italia le debe todo al ciñe, y el cine le debe todo a Marcello: Mastroianni", declaró, poco después de permanecer recogida unos segundos frente al féretro, la actriz Gina Lollobrigida, muy afectada. Y añadió: "Rodamos juntos cuando los dos eramos ilustres desconocidos, pero Marcello no cambió con la fama. Era un hombre sencillo, de gran corazón". Gina dijo estas palabras secándose las lágrimas con la punta de un kleenex. ótros ilustres visitantes- ' como Romano Prodi, presidente del Gobierno; el vicepresidente Walter Veltroni; el secretario general del partido Rifondazione Cominunista, Fausto Bertinotti; el presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro; el presidente de la RAI, el escritor Enzo Siciliano y el director Michelangelo Antonioni, con el que trabajó en La noche, rindieron su último homenaje a Marcello mezclados con una multitud de más de 15.000. personas. "Era una persona normal, que tenía el don de ser actor", dijo un conmovido Manuel de Sica, hijo de Vittorio. Mientras la densa serpiente de admiradores ascendía hacia, el Capitolio, en otro punto de la ciudad, Via Veneto, que fue el corazón de aquella dolce vita que el mundo identificó con el Marcello joven poblando sus bares y sus terrazas, recordaba también a Mastroianni. Remo, camarero del otrora famoso Café de París, mostraba el álbum de fotos que testimonian el esplendor de aquella época. Remo hasta ha escrito poesías al respecto, en un delicioso romagnolo, el dialecto romano.

'Se enamoraba, sufría'

Dice una de ellas: "Cuando están aquí sentados / giran a menudo la cabeza / por si algún actor allí aparece / buscando ver a Sordi, la Loren o Mastroianni". Los clientes se arraciman en tomo a Remo,, que muestra la foto en donde aparece el actor. Cerca, otro veterano camarero, Paolo, cuenta y no acaba cosas de cuando por aquí venían el rey Faruk de Egipto y tantos otros. Hoy, el Café de París y la propia Via Veneto son sólo recuerdos aptos para japoneses. Frente al Capitolio, montando guardia con los otros periodistas, se encuentra Rino Barillari, que antes de La dolce vita era fotógrafo y luego fue llamado, para siempre papparazzo, el término acuñado para definir a los cazadores de. famosos a raíz de aquella película inolvidable: "No es que comiera con él, pero a veces me lo encontraba en la calle, le hacía fotos, nos conocíamos", dice.Luego añade: "Era una persona muy gentil y muy vulnerable. Se enamoraba mucho y sufría. Imagínese, aquella Italia que salía de la guerra, cuando el boom económico. El mundo estaba en crisis, empezaba la guerra del Vietnam, pero en Roma, en esta tierra piadosa, con Papa inclui do, la, gente . se divertía a morir. Marcello y todos aquellos sí que hacían el amor. No como los ac tores de ahora, que están todo el día en el gimnasio. A nosotros, antes, cuando salíamos de Italia, nadie nos hacía caso, pero des pués de La dolce vita decíamos que eramos pqpparazzi y se nos abrían las puertas. No, hoy no es un día bueno para nadie de por aquí". Paolo, el camarero del Café de París, los recuerda a todos. Era la época en que en plena Via Veneto se vendía en exclusiva perfume Chanel y se podía comprar el Variety y revistas en donde salían mujeres en biquini. "Pero Marcello pasaba el tiempo trabajando, le gustaba rodar. Siento un vacío, ¿sabe?, porque en adelante nos faltará alguien importante en el- cine, un buen italiano". Y sonríe tristemente.

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