Una rubia poco peligrosa
Bajo su aspecto de universitaria modosa, Diana Krall esconde la voz cruda, quebradiza y un punto terrosa propia de las cantantes curtidas y hasta algo desengañadas. En su estreno madrileño, la Krall practicó un fatalismo educado, blanco y blando, sin adornos gratuitos y siempre atento a no precipitar el susurro en un histrionismo suicida. Se mantuvo a prudente distancia de cualquier extremo estilístico e hizo leve virtud de la tibieza expresiva; ni romántica ni ácida, ni angelical ni perversa: un castizo de ley sabría cómo rematar esta lista de ambigüedades, pero se podría concluir que la canadiense cantó sabiendo que su cauta media melena le impide ejercer de rubia peligrosa.Como pianista, también sacó moderado provecho a las lecciones de su maestro Jimmy Rowles. Por su afición a las citas se notó que ha escuchado muchos discos; quizá por ello pareció que por momentos las teclas se transformaban en probetas de aséptico laboratorio y sus solos en ejercicios cien veces repetidos. La parte más insustancial del concierto fue el largo preámbulo que hizo en solitario a una de las piezas del disco que pretende lanzarla a la fama, grabado en homenaje al trío de Nat King Cole con el título de All for you. La cantante repitió escrupulosamente algunos arreglos de este esmerado producto, aunque se salió del programa con otra canción emblemática de Cole, This can't be love, y una versión ultralenta de Ghost of a chance with you. Por fortuna, la sabrosa intervención final del espléndido guitarrista Russell Malone disipó la atmósfera creada por una versión hipotensa y algo anémica de la simpática pieza Hit that five Jack.
Diana Krall
Diana Krall (voz y piano), Russell Malone (guitarra) y Paul Keller (contrabajo). C. M. U. San Juan Evangelista. Madrid, 13 de diciembre.
Krall y sus acompañantes despacharon con prontitud las dos propinas que les arrancó el público, pero la cantante no debería conformarse. Para cautivar de verdad se precisa un talento que en esta ocasión regateó.
Babelia
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