450 obras de 200 artistas ponen rostro a la historia de los últimos sesenta años
El Pompidou presenta una gran exposición sobre el testimonio artístico desde 1933
El artista ha heredado parte del aura que acompañaba antes a los profetas. Se supone que sus obras cuentan, de manera diferente, lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá, tanto en el mundo tangible como en el de los deseos. El suyo es un saber especial que se expresa a través de un lenguaje especial. En el Centro Georges Pompidou (CGP) de París, mientras preparan el cierre provisional de las instalaciones, se inaugura, el día 19, una exposición titulada Face à l´histoire que muestra "el compromiso y testimonio del artista moderno ante el acontecimiento histórico: 1933-1996".
Un total de 450 obras -pinturas, dibujos, esculturas, fotomontajes, vídeos, instalaciones, etcétera- de unos 200 artistas han sido escogidas para esta gran exposición temática dividida en cuatro épocas. La primera, de 1933 a 1945, puede resumirse como la de "la visión del apocalipsis" en la medida en que está marcada por la premonición del horror; la segunda, entre 1945 y 1960, viene resumida como lo irrepresentable o la crisis del sujeto histórico"; la tercera -1960-1980- tiene un triple objetivo: "crítica política, crítica de la imagen y utopía artística"; por último, lo que estamos viviendo aún y que toma dos direcciones: la búsqueda de las raíces y la renovación del arte de protesta".El conjunto acaba por ofrecer una imagen nueva de un género que creíamos desaparecido: la pintura histórica. De las alucinaciones de Dalí y sus lenines luminosos sobre el teclado pianístico hasta los contemporáneos- polacos, alemanes o irlandeses que se preguntan qué queda del país en el que crecieron, de La crucifixión blanca con la que Chagall se refiere a los pogroms antijudíos de 1938 hasta los "gestos ejemplares" de un Beuys, va creándose una coherencia que surge de la voluntad de resistir.
En el capítulo de imágenes del poder destacan las de Beckmann, Brauner y Otto Dix, que critican lo que supone el nazismo, pero también las de Rodtchenko, Depero o Sironi, que heredan del formalismo y el constructivismo su amor por el progreso tecnológico. El exilio la persecución son un tema recurrente en muchos artistas alemanes y austríacos de entreguerras, pero también puede leerse en El hombre que corre, de Malevitch.
Los surrealistas son maestros en materia de pesadillas -Dalí, Miró, Masson, Magritte- y españoles como Picasso, el propio Miró o Julio González son precursores en encontrarle una forma al grito de desesperación de Guernika, la Montserrat o España ante las masacres y las ruinas. El periodo de la posguerra o guerra fría coacciona a los artistas a escoger bloque y estética. Es, una época incómoda, de realismo socialista triunfante o de abstractos americanos, dos opciones de las que escapan, no siempre con fortuna, Guttuso, Siqueiros, Léger o Picasso. Las ortodoxias nazi o comunista han sido obviadas.
Cuando la abstracción se hace poema elegiaco, grito de solidaridad u oda fúnebre, eso se concreta en la serie de Motherwell por nuestra difunta Segunda República o en la nueva ambición cívica de la escultura británica. Es un camino que lleva a "visualizar la historia", a Matta, a la "pintura nuclear" de Enrico Baj y a la convicción de que si se desea cambiar el mundo también hay que cambiar la pintura. Más modestos en su talante notarial, otros artistas quieren poner en evidencia los detritus de la crónica oficial, el rastro humano oculto por la retórica. Son los muros heridos de Tápies o Caniaris, los carteles lacerados de Hains, Rotella o Villeglé.
Esa utilización del arte como sintomatología de todas las crisis estalla durante el periodo 1960-1980, con la aparición del llamado poder mediático, ligado a la multiplicación de imágenes. Hay quien pervierte el clásico retrato político -Rosenquist, Arroyo, Muehl-, quien pervierte los signos -Ringgold, Angeli, Fahlstrom-, las imágenes populares -Warhol, Vostell, Rauschenberg-, la propaganda -Monory, Cueco, Rancillac-, los objetos -Merz, Pistoletto, Hasior- o los gestos -Beuys, Kaprow, Oiticica- La información y la contrainformación, la supuesta neutralidad de las imágenes y la deconstrucción de la propia historia de la pintura son materia para Joan Rabascall, Katharina Sieverding, los Equipos Crónica y Realidad.
Boetti, Camnitzer, Donagh, Herold, Kuprianov, Elso, Sekula, Spero, Wodiczko, Piper, Metzel o Ristelhueber son algunos de los apellidos con los que se quiere ilustrar, desde 1980, un doble camino: en busca de las raíces o de renovación del arte de protesta.
Babelia
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