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Tribuna:CRÓNICAS: JUAN CRUZ
Tribuna
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Montevideo Benedetti

Juan Cruz

Ahora vive, por una de esas coincidencias que no sólo se dan en la vida literaria, en la calle a la que la municipalidad de Montevideo le puso el nombre de uno de sus amigos uruguayos asesinados por la dictadura militar de su país en Argentina. Es Zelmar Mechelini, por el que sigue llorando cuando lee los versos que le dedicó. Este domicilio en la avenida Zelmar Michelini es la enésima casa que habita en la capital de Uruguay Mario Benedetti, que, nació realmente en Tacuarembó, de donde dicen que es Carlos Gardel, hace 76 años. Un paseo por los barrios donde ha vivido Benedetti en Montevideo es también un recorrido por la obra en verso y en prosa de este uruguayo que ahora vive seis meses allí y seis meses en España, siempre en busca del sol: doce años estuvo en el exilio, y de ese tiempo recuerda sobre todo las sombras.Es un paisito, como ha dicho alguna vez Benedetti, cuya historia y cuya literatura producen mucho orgullo ciudadano; cuando se pasea por su capital con un escritor como el autor de Andamios, la última novela de Benedetti, uno se explica que, como decía Samuel Beckett que le ocurría con las islas, gente como este poeta y un escritor tan íntimo como Juan Carlos Onetti nunca pudieran dejar de dar vueltas a las geografías de su infancia, a sus domicilios de la juventud.

Ese orgullo comienza con el primer café de la mañana, en la confluencia de la plaza Cagancha, cargada de árboles que simbolizan el arbolado tupido de Montevideo, con la avenida del 18 de julio ("nada que ver con España, claro; es por la jura de la Constitución de 1830; por cierto, la plaza la ha dejado muy linda la municipalidad"), y se toma luego reticencia reciente cuando se aborda el mausoleo que Montevideo dedica a José Artigas, el héroe nacional, cuyo monumento ha sido rodeado por una arquitectura soviética que refleja el espíritu con el que se lo quisieron apropiar los militares entre 1973 y 1985.

La geografía ciudadana por la que pasea Benedetti está llena, por otra parte, de esa historia cruel que la dictadura militar dejó en esta ciudad benévola; ahí está el edificio rosado que fue la temible central de policía que hizo legendarias sus formas de tortura. "Un monumento del que mejor pasamos de largo".

Pero a Benedetti se le ilumina mejor el rostro de su memoria cuando atraviesa de un vistazo el teatro Circular, en cuyo cartel lleva un año la versión teatral de su novela La tregua. Sus amigos escritores se quejan del trato que a veces le da la prensa ("por motivos ideológicos, sin duda", dice Omar Prego), pero la gente le para en todas partes, para pedirle autógrafos ("lindo, pero agobiante"), para comentarle sus últimos libros, para darle cuenta de cómo va el país. Las cosas han cambiado, de todos modos, y él cuenta con cierta satisfacción humilde que este año, por fin, la Academia Uruguaya de Letras le ha propuesto por primera vez al premio Cervantes.

Tiene 70 libros publicados, cumplió recientemente los 76 anos, y su última novela, Andamios, que ha tenido una gran acogida en el Cono Sur americano, publicada por Seix Barral, contiene tantos capítulos como años tiene su edad. Los alumnos de la Escuela de la Construcción le regalaron el otro día un andamio. 1973 fue su peor año, cuando debió exiliarse; al pasar ante el edificio de Aduanas, donde trabajaba entonces su esposa, Luz, se advierte en la mirada la frustración que debe dejar el exilio en la gente, "el muro de la imposibilidad del regreso, la soledad impuesta; todo un absurdo".

Pero vuelve a iluminarse su rostro en el que parece que es su barrio favorito, Capurro, donde discurre La borra del café, su penúltima novela, y donde ahora está la fachada de la primera casa de su infancia, desde donde caminaba para leer en el parque de El Rosedal y desde donde fue de la mano de sus padres a ver el Graf Zeppelin que revolucionó los cielos de Montevideo en 1933. "Ahora han hecho una autopista, pero antes veníamos a jugar aquí, al borde del Río de la Plata, a ladrones y piratas".

El mejor sitio, donde descubrió la vida y la poesía, es el hermoso Jardín Botánico, donde nació ese poema que parece un emblema de sus versos, A la izquierda del roble, que aparece en Inventario 1 y que comienza como una canción: "No sé si alguna vez les habrá pasado a ustedes...". "Cuando escribí el poema, el Botánico era más silvestre". ¿Y la poesía? "Más o menos...". Aquí es donde comenzó la vida pícara del adolescente Benedetti.

Una ciudad llena de árboles. En todos los libros de Benedetti está Montevideo. "EnPrimavera con una esquina rota están las cárceles, pero eso era también Montevideo, lamentablemente. Y, claro, está la ciudad de su primer libro, Poemas de la oficina, cuya primera edición, de 1951, que le había dedicado de su puño y letra a su gran amigo Carlos Quijano, el que fue fundador de la mítica revista Marcha, le apareció un día, de repente, 45 años después. En este viaje autobiográfico están también los lugares de su vida, "los bares que ya no están más, como el Tupi viejo, y la iglesia de la Aguada, donde gané de niño el único triunfo deportivo, una carrera de 400 metros lisos, en 1933; el Jardín Botánico, el sitio de las primeras picardías, la oficina donde fui pinche al principio y llegué hasta la gerencía, todo para escribir al final los Poemas de la oficina... ".

La ciudad huele a eucalipto. En Montevideo está su memoria, que visita con la frecuencia que le permite el tiempo. En Andamios, un hombre como él regresa del exilio y se encuentra con sus geografías intactas, pero ya en otro universo, y desde aquí escribe qué le parece el mundo. ¿Y a él nunca le ha dado por escribir sus memorias desde Montevideo? "No, porque en las memorias se miente siempre. En las novelas sí está uno autorizado a mentir".

Pero verle pasear por este Montevideo de hoy permite contemplar en los ojos de Benedetti la luz que desprende esa memoria que nunca va a escribir y que está en el olor y el sonido de una ciudad que se parece a su vida.

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