Amin Maalouf entra en el siglo XX y protesta contra el nacionalismo
'Las escalas de Levante' novela el mestizaje cultural de las religiones
Un hombre que participó en la resistencia francesa, al que Amin Maalouf (Beirut, 1949) conoció en Francia en los años 70, inspiró Las escalas de Levante (Alianza Cuatro), su nueva novela. "Me emocionó, porque no presumía de sus hazañas, ni se presentó como un héroe. Era un hombre modesto cuyo recuerdo permaneció en mi cabeza durante años" aclaró ayer el autor libanés sobre el origen de Ossyane Ketabdar, el protagonista de su sexto libro, que una vez más se centra en las vicisitudes de Oriente Próximo y es un alegato por la convivencia de las culturas judía, cristiana y musulmana.
Las escalas de Levante transcurre en pleno siglo XX, lo que constituye una novedad en la obra de este escritor empeñado en el mestizaje de culturas: "Los sucesos en sí son recientes, pero no su metáfora histórica", dice. El autor de León el africano, que fue un éxito mundial de ventas, sitúa la acción de su última obra en la Francia ocupada por los nazis durante la II Guerra Mundial y los violentos episodios del conflicto árabe-israelí. El título hace referencia al itinerario por las ciudades comerciales que en esa zona del Mediterráneo fueron punto de contacto entre Oriente y Occidente.Libanés afincado en París desde que en su país estalló la guerra civil, Maalouf aclara que su nacimiento, condicionó su visión del mundo: "Nací en un país donde la convivencia se rompió de una forma tan grave que eso acabó convirtiéndose en el telón de fondo de todo lo que hago. Mi universo contiene distintas historias y épocas que van surgiendo en mis libros. Creo que los hombres no deben ser juzgados por sus creencias religiosas".
Las escalas de Levante, "una protesta literaria contra los nacionalismos fragmentadores", picotea entre la realidad y la ficción. Maalouf ha incluido en las páginas de la novela un su ceso real que se produjo en un manicomio beirutí, que fue abandonado por médicos y enfermos en pleno conflicto de jando solos a los enfermos bajo las bombas. En el psiquiátrico donde el protagonista permanece encerrado 20 años -"mi país vivió dos décadas encerrado en la locura de la guerra" fue recluido de manera abusiva un amigo del escritor. Maalouf ignora si el protagonista de Las escalas de Levante, un individuo que mantiene su pureza y su ingenuidad, pertenece a un mundo en extinción o es un boceto del futuro.
No considera el autor de Samarkanda que el mundo se haya resignado a ver matarse a árabes y judíos. Para este escritor la situación actual es muy positiva si se compara con el estado de las cosas hace veinte años. "Hay que reconocer una evolución. Si Arafat puede llamar a un ministro israelí por teléfono o darse la mano en público es porque se ha producido un avance nada desdeñable. El ritmo se ha frenado en los últimos meses y existen muchos obstáculos, pero no soy nada pesimista respecto al futuro". Maalouf no se siente en absoluto un exiliado: "La tierra pertenece a los hombres y en este sentido los países son una. construcción provisional. Vivo en París como habría podido vivir en Brasil. Se habla mucho de raíces, pero los hombres no tienen raíces, sino orígenes. Mis orígenes y mis pertenencias están en Beirut, pero en cuanto me instalo en un sitio siento que tengo nuevas pertenencias. Cualquier punto de la tierra puede ser mi patria". Maalouf, que fue periodista antes de dedicarse a la literatura, no ha pensado nunca, desde que lo dejó, en volver al periodismo activo. Le hubiera gustado presenciar algunas transformaciones extraordinarias, como la toma del poder de Nelson Mandela, o la experiencia de países como Checoslovaquia cuando entraron en la democracia, pero no es la política o la economía lo que más le interesa: "Si volviera a pisar una redacción, haría periodismo científico".
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