Ensayo desde la impotencia
Dos son las premisas fundacionales de este curioso y a menudo apasionante casi-documental que es Buscando a Richard. Una, la interrogación sobre la vigencia que el Ricardo III shakespeariano pueda tener hoy entre el ciudadano americano corriente. Una obra compleja, llena de oquedades y objeto de múltiples interpretaciones en los tres últimos siglos, ¿todavía resulta comprensible? Para ilustrar este punto de partida, Pacino y sus colaboradores interrogan a gente de a pie, y los resultados, aparte de decepcionantes, parecen haber sido montados para dar credibilidad a la opción que finalmente adopta el cineasta.La segunda está más entre líneas, y sólo la explicita Frederic Kimball, el conarrador del filme, cuando recuerda a Pacino que la apuesta a la hora de decidirse a rodar era restituir la herencia de Shakespeare a sus auténticos depositarios, los actores, y prescindir de la erudición universitaria a la hora de poner en imágenes su versión de Ricardo III.
Buscando a Richard (Looking for Richard)
Dirección: Al Pacino. Guión: A. Pacino y Frederic Kimball, basado en Ricardo III de Wílliam. Shakespeare. Música: Howard Shore. Producción: A. Pacino y Michael Hadge. EE UU, 1996. Intérpretes: A. Pacino, Penelope Allen, Alec Baldwin, Kevin Conway, Estelle Parsons, Aidan Quinn, Winona Ryder, Kevin Spacey. Estreno en Madrid: cine Ideal.
A la postre, el filme resultante, que es y no es una versión del drama shakespeariano, que es y no es sólo un documental sobre el rodaje de una versión de Ricardo III, se queda en un curioso punto intermedio: llama en su auxilio, a la hora de buscar las claves de la obra, a insignes actores especialistas en la materia, como sir John Gielgud, Vanessa Redgrave o Kenneth Branagh, pero también a profesores universitarios que son los que arrojan más luz sobre el tumultuoso rey.
Estos dos apriorismos son los que hacen que el filme resulte lo que es: una interrogación sobre Shakespeare y su vigencia, claro está, pero también sobre las dificultades de su adaptación, las formas que adoptan los actores "del Método" a la hora de abordar un trabajo de la complejidad shakespeariana. Pero también son la explicación de por qué, en el fondo, el protagonista de la mayor tragedia contemporánea realizada en el cine estadounidense de las tres últimas décadas -las tres partes de El Padrino de Francis Coppola- elige el formato que adopta finalmente el filme.
Porque lo más sorprendente de Buscando a Richard es que, a la postre, es antes que nada un digest, una reducción centrada sólo en un puñado de magnéticas escenas del original teatral. O dicho de otra forma, que Pacino acepta implícitamente someterse al punto de vista de sus entrevistados y confirma con su opción que Shakespeare no puede ser adaptado, al menos por él, sin pagar el peaje de una adulteración formal; un discurso, pues, emitido desde la impotencia que supone querer llegar a un público amplio y sacrificar para ello la coherencia y el rigor de la traducción canónica.
Pero a pesar de ello, Buscando a Richard resulta una inteligente forma de abordar desde una visión autoral un texto ajeno, un juego casi siempre logrado de referencias -Ricardo despidiéndose de Clarence casi con el mismo gesto que Corleone se despedía del suyo en la segunda entrega de El Padrino-, amén de la demostración de que Pacino, en la madurez de su talento histriónico, es un creador con la suficiente sutileza para abordar temas y personajes que no parecían precisamente cercanos a su universo italamerican.
Babelia
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