La 'tristeza' de Nacho
Tenemos un fin de año emotivo con despedidas y abandonos importantes (primero Duato en La Zarzuela y, el próximo día 3 de diciembre, en el Lope de Vega de Sevilla, María Rosa). El valenciano ha escogido para el adiós un sensible y bello ballet suyo de juventud, Raptus (1988), de cuando todavía era repertorista estable del Nederlands Dans Theater, que demuestra hasta que punto este coreógrafo y bailarín ha descendido en lo creativo desde que amasa el poder y los presupuestos estatales.Raptus es un ballet triste y hasta demoníaco, pero que deja un aliento de voluntad artística más que respetable, admirable; en su lectura hay inspiración carnal, trazos sombríos, dependencias de agonía. Por algo que sólo explica la belleza misma de la danza el artista viaja dentro del lodo y emerge intacto.
Compañía Nacional de Danza
Segundo programa. Fantasía: Hans van Manen / Juan Sebastian Bach; Raptus: Nacho Duato / Richard Wagner; Por vos muero: N. Duato / Música antigua española. Teatro de la Zarzuela, Madrid. 22 de noviembre.
La otra novedad de la velada era el estreno local de Fantasía, de Hans van Manen, una demostración de hasta dónde llega el talento de madurez y el sentido musical de este gran creador de atmósferas y movimientos, génesis principal de lo que hoy se llama, "escuela holandesa" y que erróneamente se atribuye a Kilian, que tiene parte en ello y es un genio, pero que llegó algo después a ese banquete de arte.
Van Manen vuelve por sus fueros al usar la cantidad justa de bailarines en un entorno aparentemente frío creado por un joven de muchísimos recursos formales, gran vestuarista y atinado escenógrafo, Keso Dekker. En ese vacío nocturno de transparencias y señales luminosas, Manen juega al recurso del intercambio coral de seis artistas dándose la contrapartida que da la mano izquierda a la derecha en el piano, con el uso del pulsado para gestar los acentos del movimiento, y la brillantez se disfruta en esa discreta selección de lo que debe estar en el fresco coréutico, sin adornos ni entretenimientos vacuos.
Una soledad creíble
¿Qué nos deja Nacho al irse de la escena? Pues la obligación de dejar vacío el marco de su retrato, y tengo la impresión de que se falta a sí mismo y se precipita al huir. Ahora la densidad de su movimiento corporal, de su expresividad contenida, tiene un alño desesperado, de gran soledad creíble (¡Y este último año había ganado muchísmo!). El personaje que baila en su propio ballet se siente traicionado, vejado, abandonado, y Nacho le da credibilidad, realidad al maltrato moral a que lo lleva una pasión insana e imposible (la misma que relata la anécdota de gestación de las canciones de Wagner, aunque eso es lo que menos. importa). Volviendo a la tristeza escénica de Nacho Duato, podemos decir que es una tristeza esmaltada por su altivez y una sentida temeridad que le impulsa a abandonarlo todo y seguir al instinto báquico, quizá sabiendo que si regresa, el fiel público le abrirá los brazos sin reservas. Hay que mencionar la extraordinaria labor interpretativa de José Manuel Armas en ese personaje a medio camino entre el sátiro principal de Noche de Walpurgis y el Puck de Sueño de una noche de verano, y la acerada intervención de Thomas Klein en un ser que respira dominación. La escenografía de Walter Nobbe es potente, wagneriana podría decirse, en su sobria monumentalidad y su apertura, con tan sabia línea, hizo creer al espectador una mayor amplitud en las dimensiones reales del coliseo de la calle Jovellanos.También se vio Por vos muero, una bonita pieza, capas pluviales e incensarios aparte (aunque se justifiquen, sin compartirlos, los guiños del coreógrafo a los aires confesionales que rondan teatros y plazas).
El público, que no llenó la sala, estuvo caluroso con el que se va y con todo el elenco. Y sólo sonaron dos teléfonos celulares en toda la noche.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.