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Tribuna:DEBATES
Tribuna
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Occidente y la tragedia de los Grandes Lagos

La llamada "comunidad internacional" está decidiendo estos días el alcance concreto de su intervención en la tragedia de los Grandes Lagos de Africa. El súbito e inesperado regreso a sus países, Ruanda y Burundi, iniciado el pasado viernes por cientos de miles de refugiados hutus que se hallaban en Zaire, ha inducido a revisar a la baja el contenido de la resolución inicial del Consejo de Seguridad de la ONU. Cualquiera sea esa resolución, adoptada un mes después del estallido de una catástrofe que afecta a casi dos millones de personas, parece necesario abordar a más largo plazo las posibles soluciones a los graves problemas que generaron esta situación y que se mantendrán cuando se apaguen sus lacerantes efectos actuales.

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La intervención podría empeorar las cosas

Es un error describir lo que está pasando en el centro de África como una tragedia humana provocada por el odio étnico. Se trata de un proceso político que empezó hace cuatro siglos, experimentó un cambio radical en los años sesenta y tiene un objetivo racional. Si se aborda como una mera "tragedia", no se resolverá nada. Lo que está pasando hoy volverá a ocurrir dentro de pocos años, como lo que está ocurriendo ahora es producto de la matanza que los hutus infligieron a los tutsis en Ruanda hace dos años y la posterior huida de refugiados hutus a Zaire.Prácticamente todas las opiniones independientes bienintencionadas afirman ahora que se debería separar a la masa de refugiados de los soldados y milicias hutus responsables de la matanza de tutsis ruandeses (y de hutus políticamente moderados) en 1994. Éste es un consejo inútil. La fuerza multinacional no va a separar los malos de los inocentes. Probablemente ningún organismo extranjero sea capaz de hacerlo.

Los refugiados que fueron empujados hacia el corazón de Zaire probablemente nunca regresen a sus hogares. Como ha dicho un diplomático en Kinshasa, la capital de Zaire, "indudablem9nte, se convertirán en los palestinos de Africa". Vivirán en campamentos mantenidos por las Naciones Unidas y los organismos humanitarios internacionales. Esto viene bien al nuevo Gobierno de Ruanda. Ese Gobierno, dominado por el líder militar tutsi Paul Kagame, se propuso poner fin a la amenaza planteada por las milicias hutus instaladas en medio de los refugiados. Aprovechó la oportunidad que le dieron las autoridades de las regiones de Zaire donde se alojaban los refugiados. Desconcertadas por la tensión con Ruanda o favorables a los hutus, éstas se volvieron en contra de una comunidad tutsi instalada desde hacía mucho tiempo en Zaire, los llamados bayamulenges. Los líderes ruandeses animaron entonces a los bayamulenges a rebelarse contra el descompuesto y corrupto Gobierno de Zaire. Estos tutsis zaireños dispersaron rápidamente a la chusma del Ejército de Zaire y expulsaron a las milicias hutus de los campos de refugiados. Cientos de miles de refugiados aterrorizados siguieron o fueron obligados a seguir a las milicias hacia el interior de Zaire [y más de medio millón emprendieron el retorno hacia sus casas en Ruanda y Burundil.

Los ruandeses han llegado a insinuar que es hora de convocar una nueva Conferencia de Berlín. En la primera, celebrada en 1884-1885, se trazaron las fronteras nacionales del Africa moderna. Lo que ha tenido lugar es la consolidación del poder tutsi en Ruanda, Burundi y parte de Zaire, con una derrota abrumadora para los hutus, que son mayoría en la región y que durante las tres últimas décadas constituyeron los Gobiernos tanto de Ruanda como de Burundi.

La victoria tutsi restablece la relación de poder que prevaleció durante la mayor parte de los cuatro últimos siglos, desde que los tutsis, un pueblo ganadero procedente del norte, se desplazaron a la región de Kivu e impusieron un régimen esencialmente feudal a los campesinos hutus allí establecidos. Las cortes y aristocracias tutsis se mantuvieron en el poder hasta el periodo colonial, y las autoridades coloniales -primero alemanas,luego belgas- aceptaron lo que se encontraron y gobernaron a través de las aristrocracias tutsis.

La democracia puso fin a todo eso. Cuando Bélgica se retiró en 1962, reformadores bienintencionados del Gobierno belga y de las misiones católicas de la región promovieron elecciones libres que fueron ganadas de forma automática por los partidos hutus, al ser los hutus mayoritarios con diferencia en la población. La razón por la que el Gobierno francés respaldó en Ruanda, durante los años ochenta y principios de los noventa, a los Gobiernos hutus, responsables del genocidio de 1994, fue que los socialistas franceses bajo la dirección de Mitterrand consideraban a los hutus como la fuerza democrática en esa sociedad.

A partir de 1962, los tutsis lucharon por recuperar el poder lanzando ataques en el interior de Ruanda y de Burundi, y creando un ejército en el exilio en Uganda con refugiados tutsis que habían huido de los desórdenes y matanzas que acompañaron la toma de poder de los hutus en 1962 y que

1 volvieron a tener lugar una década después.

Paul Kagame creció en el exilio. Su movimiento es anglohablante, ya que los ugandeses hablan inglés. Los que en Francia tienden a la paranoia política consideran que el resurgir tutsi y los acontecimientos de los dos últimos años están inspirados desde Washington. No especifican lo que Washington pretende de las pobres y superpobladas Ruanda y Burundi.

La cuestión suscitada por todo esto es sila comunidad internacional debe, una vez más, intentar detener el curso de los acontecimientos, o incluso tratar de darles la vuelta. E incluso se plantea una cuestión aún más grave: si está justificada una intervención humanitaria a gran escala. Dada la magnitud del sufrimiento humano en juego,es una pregunta terrible. También se planteó en la guerra de la ex Yugoslavia y en Somalia. ¿Puede una intervención humanitaria a gran escala empeorar las cosas? ¿No libera a aquellos que provocan estas crisis de cualquier responsabilidad práctica por las consecuencias de sus acciones? ¿Fluede prolongar o aumentar el sufrimiento al impedir temporalmente que los acontecimientos alcancen su fin necesario,un fin que llegará antes o después, independientemente de lo que haga la comunidad internacional?

William Pfaff es experto estadounidense en política internacional.

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