13 madres colombianas buscan en la selva a sus hijos secuestrados por la guerrilla
Trece madres pretenden encontrar en 89.000 kilómetros cuadrados de selva a sus hijos, soldados secuestrados por la guerrilla desde hace ya casi tres meses. Abandonaron sus oficios de pobres y, armadas de banderas blancas, en una embarcación rústica, se aventuraron por los ríos del Taquetá -una provincia de la Amazonia mayor que Andalucía, que tiene 87.599 kilómetros cuadrados- tras las huellas de sus muchachos.
Las protagonistas -la mayoría no ha llegado a los 40 años, pero la piel reseca las hace más viejas -son 13 de las 60 llamadas madres de Las Delicias, por el nombre de la base donde prestaban el servicio militar sus hijos. Les acompañan también dos padres de soldados secuestrados."Llegamos a buscar a nuestros muchachos, ya que el Gobierno nos abandono", dijo Hermencia Vargas a una mujer que la esperó a la orilla del río para ofrecerle posada una noche. La travesía se inició el pasado jueves en un río, el Orteguaza, que se hizo famoso hace años, cuando se posó un hidroavión cargado de fusiles para el M-19, por entonces un popular grupo guerrillero. El domingo llegaron a las aguas del Caguan, un no inmenso. Durante años ha sido evidente la presencia allí de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el mayor grupo guerrillero del país, que las separó de sus hijos. Las FARC son la ley en el Caguan. Castigan con trabajos forzados la agresión a otros y con multas a los que llevan, sin su permiso, armas. En toda la zona se cultiva coca.El drama de las madres empezó el pasado 30 de agosto, cuando la guerrilla sorprendió desprevenida a la soldadesca que hacía cola para recibir su ración de la noche en ese apartado puesto de Las Delicias en medio de la selva. Veintisiete murieron y 60 fueron tomados como rehenes en una acción militar sin precedentes en los distintos conflictos armados que Colombia ha vivido en lo que va de siglo. La primera angustia fue saber si sus hijos estaban en la lista de los vivos o de los muertos. Después de unos días, la alegría de unas se convirtió en tristeza cuando descubrieron en las Estas de retenidos que al hijo que daban por vivo estaba muerto. A otras les ocurrió lo contrario, y se unieron al grupo de mujeres que arrastran su dolor por todo el país en busca de apoyos para que les devuelvan a sus soldados.
Las madres estuvieron ya en Bogotá, fueron también a Medellín y a Florencia. Envueltas en chales blancos y con banderas también blancas, han desfilado por calles céntricas y han ofrecido misas. Con el paso de los días se les ha desdibujado la esperanza.Las negociaciones que en un comienzo parecían tener fecha de feliz término se fueron dilatando. Álvaro Leyva -miembro de la Comisión de Conciliación que busca acercar a las dos partes en conflicto- afirma sin rodeos que no hay por el momento ninguna esperanza de liberación. "La única explicación", agrega, "es que se pidió una cosa y se dio otra". En el largo tira y afloja, la guerrilla pide que se desmilitarice una amplia zona. Del lado oficial se habla de aceptar la desmilitarización del área estrictamente necesaria para la entrega, sin que haya pie para que se monte un espectáculo. Pero también se han escuchado voces de "ir a por ellos".
Por eso algunos ven inútil, y también peligroso, el viaje de las madres río abajo. Ellas, sin embargo, con lágrimas en los ojos, en un llanto que se les ha vuelto interminable, volvieron a decir que no desfallecerán. "No tengo miedo", dijo una de ellas, "lo importante es recuperar a nuestros hijos". Y continúan en su rústica embarcación por las torrentosas aguas, selva adentro, esperando que la guerrilla aparezca.
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