La familia de la embarazada de septillizos sobrevive con 90.000 pesetas mensuales
Rosario pertenece al Movimiento Catecumenal, de creencias muy conservadoras
La mayor ilusión de Chari -como la llaman en su pueblo- fue siempre tener el mayor número posible de hijos. Rosario C., de 35 años, que vive en Bollullos Par del Condado (Huelva), se encuentra ahora embarazada de siete fetos, en la 27 semana de gestación, e ingresada en el hospital Juan Ramón Jiménez, de Huelva, tras recibir un tratamiento de choque contra la esterilidad. Rosario es una católica convencida y por eso ha apostado por que nazcan todos sus hijos, pase lo que pase. Miguel Ángel R., de 39 años, su marido, es albañil y deberá sacar a la familia adelante con los contratos eventuales que consigue. Los últimos han sido contratos mensuales en obras del Ayuntamiento de Bollullos, que le reportan unas 90.000 pesetas mensuales. El matrimonio tiene ya una hija y comparte casa con los padres de él.
El contrato actual de Miguel Ángel vence a finales de mes. Pero en el Ayuntamiento estudian prorrogarlo, al menos por otro mes, dadas las circunstancias difíciles que al hombre se le vienen encima.Chari se sometió en su día a un primer tratamiento contra la esterilidad, y nació Miriam, que ahora tiene tres años, una niña rubia y vivaracha que en estos días de ajetreo y confusión para la familia ha quedado al cuidado de Pablo, un amigo íntimo del padre, que reside en Villarrasa, a unos 20 kilómetros de Bollullos.
Los vecinos de Bollullos describen a Rosario como una mujer morena, con el cabello rizado y la cara ancha; muy guapa. Procede de una familia de agricultores "de toda la vida". Dice un vecino de Chari: "Sus padres son pequeños propietarios de la tierra, muy queridos en Bollullos. Los apodan los de la Correvalla".
Convicciones radicales
Chari es una mujer de convicciones fuertes, casi radicales. Una católica practicante. Pertenece a una denominada Corriente Catecumenal de Comunidades Religiosas, un grupo católico internacional muy conservador, de tipo espiritual casi místico, muy cercano a Papa y que sigue estrictamente los Evangelios. "Esa gente de la Catecumenal tiene mucha fuerza por aquí, mucha pujanza", comentó a este periódico una psicóloga de la zona. "Yo creo que en bastantes casos hacen las cosas mal. Hay mujeres infelices, que soportan estoicamente malos tratos en su matrimonio, yo conozco alguna que no se separa de su marido para no ofender a Dios. Y, por otra parte, casos como el de Rosario, con su apuesta radical y total por la vida...". Una vecina añadió: "Yo advertí a Chari que con tanto hijo iba a parecer una coneja, pero ella quiere tenerlos y criarlos. Está encabezonada". Otra mujer anadió: "Chari tenía ganas de tener su niña, y tuvo su niña, Miriam. Y ahora le viene lo que le viene. Habrá que ver cómo está de ánimo".El matrimonio comparte una humilde planta baja con los padres de Miguel Ángel, en la calle San Isidro, una vía larguísima en una barriada obrera en la periferia del pueblo. Rosario y Miguel Ángel viven en la segunda planta. Los suegros de Rosario, Antonio y Dolores, estaban ayer de un humor pésimo. La mujer, Dolores, de aspecto rechoncho, recibió durante un instante a los periodistas. El matrimonio mantuvo en riguroso secreto hasta ayer su identidad y a nadie en la familia parece gustarle que se haya descubierto. Dolores se limitó a decir: "Mi hijo no está. Ha ido al hospital, a Huelva. Para estar con su mujer. Volverá bien entrada la noche". Cuando alguien le habló del embarazo, contestó: "Estoy contentísima, ¿cómo voy a estar? Qué le vamos a hacer. Desde luego no pienso tirarme a un pozo: hay que salir adelante". A su marido y futuro abuelo, Antonio, un agricultor jubilado, todo este asunto le afecta más y contesta con gesto torcido.
Rosario y Miguel Ángel han llevado en absoluto secreto el embarazo de los septillizos, incluso entre sus familiares. Los suegros de la mujer embarazada sostienen que sólo esperan cuatro nietos. Y en el pueblo todo el mundo estaba convencido ayer de que venían cuatro niños, tal y como se le anunció en principio al matrimonio.
Mientras, los médicos mantienen entre algodones a Rosario. Los médicos temen que la salud de la paciente se complique tras el fallecimiento, el pasado jueves, de uno de los ocho embriones que Rosario tiene en su vientre.
"Un feto muerto, que permanezca durante algún tiempo en el interior de una mujer, puede terminar creando problemas serios, como infecciones graves o importantes alteraciones en la coagulación sanguínea. Hay que estar preparados y mentalizados por si surge la necesidad de practicar una cesárea en cuanto sea preciso, o de provocar el parto", explicó a este periódico un médico del Juan Ramón Jiménez.
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