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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lozanía de adolescente

James Moody Quartet

James Moody (voz, flauta, saxos tenor, alto y soprano), John Campbell (piano), Todd Coolman (contrabajo) y Adam Nussbaum (batería). Centro Cultural de la Villa. Madrid. 30 de octubre.FEDERICO GONZÁLEZ

Se diría que James Moody ha estado cuidándose toda la vida para llegar hecho un pimpollo a su estreno como jefe de grupo en los escenarios españoles. A sus 71 años luce una envidiable condición fisica y demuestra poseer un corazón tan entusiasta y lozano como el de un adolescente. En las antípodas del brillante chaqué blanco de novio ilusionado con que asomaba a la portada del disco Sweet and lovely (1989), testigo del último encuentro con su añorado Dizzy Gillespie, Moody sacó esta vez una camisa amplia y faldona, de un severo negro mate muy apropiado para entrar de inmediato en faena.

Aunque la gira del saxofonista se anuncia con el subtítulo de The songs of Sinatra, leit motiv de su último trabajo, Young at heart, el universo sonoro del cantante sólo fue aludido muy de pasada y con escasísima fidelidad al modelo original. No en vano, Moody es un bopper incurable que rezuma devoción por Gillespie, su verdadero padre musical, y parece considerarse moralmente obligado a plantear los conciertos como si mirase todo a través de los ojos del ídolo perdido.Arrancó con música de Cedar Walton y continuó con un par de piezas del ya citado Young at heart. En seguida se comprobó que Moddy todavía tiene fuelle para mover cañas duras. Quizá su sonoridad exuberante de antaño haya ido derivando hacia una dulzura tímbrica próxima a la de Stan Getz, pero todavía conserva su orgullo de recio saxofonista de rhythm & blues, y sigue elevándose a los agudos con esa majestad tosca pero emocionante de aquellos duros gladiadores de los años cincuenta.

Empuñó la flauta en Wave, oportuno homenaje a Jobim, y el saxo alto en la balada I can't get started, pero la mayor parte del tiempo retuvo el tenor entre los la bios. Con este metal desplegó una versión firme y convincente de Giant steps y complementó su voz en un final de fiesta francamente divertido repleto de falsetes y adornos al estilo tirolés: a partir de aquí, el recuerdo de Gillespie, imbatible campeón de la broma, lo inundó todo en canciones como Pennies from heaven. La alternan cia de intervenciones instrumenta les y vocales no privó a Moody de presentar a sus músicos con reiterado agradecimiento. El mejor fue Adam Nussbaum, fenomenal batería que supo ejercer de resorte y soporte al mismo tiempo. Coolman reafirmó su condición de contrabajista académico, mientras el pianista John Campbell despachó con generosidad líneas largas, centelleantes y algo monótonas.

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