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Reportaje:

Mares en peligro

En un siglo, el hombre ha esquilamdo los océanos de sus seres vivos y les ha saturado de sustancias tóxicasHace pocos meses que los titulares de los periódicos anunciaban la existencia de vida hace millones de años en Marte. Al tiempo, hubo unos titulares algo más pequeños sobre vida antigua descubierta en la Tierra. Algunos organismos de las profundidades marinas -que habitan la caliente atmósfera generada por los volcanes submarinos y observados por primera vez hace 20 años- mostraron a través del análisis genético ser tan diferentes de cualquier otra forma de vida que han dado lugar a un nuevo reino, los Archaea.

Son los mejores candidatos a reflejar la naturaleza de los primeros habitantes de la Tierra, hace 4.000 millones de años. Actualmente son muy abundantes y pueden ser el enlace crítico con la vida extraterrestre.

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Irónicamente esa antigua roca de Marte podría dar lugar a un nuevo aprecio hacia la clave de la vida aquí en casa, es decir, el gran y profundo mar azul que envuelve la Tierra con un manto de agua generadora de vida. El agua es, al fin y al cabo, la única cosa no negociable para la vida. El mar conforma el carácter de este planeta, gobierna el tiempo meteorológico y el clima, estabiliza la temperatura, da a la atmósfera la humedad que cae nuevamente sobre las zonas no inundadas, renueva el agua dulce de los ríos, los lagos y nosotros mismos. Allí se genera el oxígeno, se absorbe el dióxido de carbono. Es la clave, tanto en términos de masa de organismos vivientes y en diversidad genética. Los bosques tropicales y otros sistemas terrestres son importantes, desde luego, pero sin la vida oceánica no habría vida en la Tierra. La mayor parte del espacio que alberga vida en la Tierra, la biosfera, es océano, alrededor de un 97% del agua de la Tierra es océano.

En los últimos 100 años, sin pensar en las consecuencias, hemos quitado miles de millones de toneladas de criaturas vivientes del mar y le hemos añadido miles de millones de sustancias tóxicas. Cuando éramos pocos -unos 100 millones de personas hace 5.000 años- no podíamos hacer mucho daño a los antiguos ecosistemas oceánicos. Pero a mediados a los años 80 de este siglo, la población había aumentado hasta los 5.000 millones. Al mismo tiempo, las capturas de los habitantes del océano llegaron a un máximo en 1989. Desde entonces, a pesar del aumento de la flota global, las capturas han disminuido. El voraz predador humano está consumiendo los antiguos ecosistemas marinos.

Los pequeños peces de las profundidades -antes considerados curiosidades- son ahora objeto de captura para fabricar piensos piscícolas. Casi una década -después de que empezara la explotación de uno de estos peces se supo que cada uno de ellos tarda unos 30 años en madurar y qué pueden tardar otros 100 años en llegar a un tamaño comercial. Cuando sacamos calamares de las profundidades, con brillantes luces puede significar la maldición, no sólo de los calamares, sino también de todas las especies marinas que dependen de ellos para comer.

Nadie conoce realmente las consecuencia de la sobrepesca o de los vertidos en el océano y se está haciendo muy poco para saberlo. En años recientes, las observaciones desde barcos, sumergibles, satélites y naves espáciales han producido descubrimientos enormes: la existencia de unos 65.000 kilómetros de cordilleras submarinas, el conocimiento de la tectónica de placas y los grandes procesos que generan el movimiento de los continentes; la presencia de las mayores concentraciones de volcanes en la Tierra; y las relaciones, profundamente importantes, entre las corrientes océanicas y el clima, el tiempo y las fases, periódicas de calentamiento y enfriamiento global.

Sin embargo, todavía sabemos más sobre la superficie de nuestra Luna y de Marte que sobre lo que hay bajo la superficie del mar. Actualmente, hay menos de una docena de robots para grandes profundidades y cinco sumergibles que pueden transportar gente hasta la mitad de la profundidad del océano. Sólo dos veces ha estado el hombre en las aguas más profundas. Una en 1960, cuando dos hombres en el batiscafo Trieste bajaron 11 kilómetros a la fosa de las Marianas, y en la pasada primavera cuando el vehículo japonés Kaiko, operado por control remoto volvió allí con cámaras y registró la naturaleza de la extraña vida que la habita.

Mientras tanto, las cuestiones realmente importantes siguen sin contestarse. ¿Cuánto podemos coger de los sistemas vivientes del océano sin romper su forma de funcionamiento?. ¿Cuánto tiempo podemos seguir vertiendo en el mar, deliberadamente o mediante el flujo de contaminantes procedentes de la Tierra o del aire, sin que se nos castigue?.

El caso de las ballenas

Hace algunos años, después de que décadas de cazar ballenas condujeran las poblaciones de nueve especies de grandes ballenas a niveles alarmantemente bajos, muchas naciones hicieron la elección consciente de dejar de cazarlas. De continuar con la política de hace 100 o incluso 50 anos, podría no haber grandes ballenas más allá de esta generación. El valor de las ballenas vivas se comparó con su valor muertas, y ganaron las vivas.Al terminarse el milenio, nos enfrentamos a otras cuestiones, más amplias. ¿Cuál será la suerte de muchas otras especies? Con cada pérdida, el tejido viviente que hace hospitalario el planeta se hace mas débil, menos estable y existe mayor probabilidad de que evolucione en direcciones no deseadas.

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