La leyenda Lara
Con octubre, cada año, llegan los mejores momentos de José Manuel Lara, el combativo patriarca del Grupo Planeta: el día 15, en homenaje a su esposa, Teresa, se concede su gran invento, el buque insignia de su editorial, el Planeta. El viejo diablo ha conseguido que sea el premio que más ríos de tinta hace correr, el mejor dotado, el más polémico, el que más vende, con el que más se especula. Ya meses antes estamos los periodistas intentando averiguar quién va a ganar. A veces, incluso nos anticipamos en años; por ejemplo, en 1979 dimos como seguro ganador a Mario Vargas Llosa y, ahí es nada, no lo obtuvo hasta 1993. En realidad, los de Planeta hubieran preferido que lo lograra en 1992, el año en que el premio se dobló (pasó de 25 a 50 millones de pesetas), pero Mario no tenía novela, sino un estupendo libro de memorias, así que se lo llevó Fernando Sánchez Dragó.El habilísimo Lara, secundado por sus hijos (Fernando murió en agosto de 1995, qué dolor para los padres, la esposa, el hermano, los amigos), estableció una estrategia muy rentable que se mantiene: nada de noveles sino escritores de calidad o muy comerciales y, a ser posible, del grupo o de otras editoriales a los que, con el premio, intenta fichar para su empresa.
Lara creó el premio en 1952, tres años después de que naciera Planeta, dotado con 40.000 pesetas. Juan José Mira se llevó el primero con En la noche no hay caminos y desde entonces lo han ganado algunos escritores a olvidar y muchos estupendos. En 1954, el galardón fue para Ana María Matute y el finalista, Ignacio Aldecoa, un equipo de lujo, y luego, más autores y novelas que apetecen un montón: Jorge Semprún (Autobiografla de Federico Sánchez, 1977), Juan Marsé (La muchacha de las bragas de oro, 1978), Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del sur, 1979), Juan Benet (finalista con El aire de un crimen, 1980), Soledad Puértolas (Queda la noche, 1989) y más, Jesús Fernández Santos, Antonio Muñoz Molina, Antonio Gala, Camilo José Cela...
Lara es más listo que el hambre y sus chicos, los escritores, le adoran. Si les sugiere que se presenten a tal o cuál premio vinculado a su editorial (Azorín, Llull, Fernando Lara, etcétera), que igual ganan, claro que eso depende del jurado, hay que guardar las formas, acuden casi todos sin rechistar. Le quieren, desde luego, pero a veces les pone de los nervios, cuando anda por ahí diciendo lo que ganan sus planetas, como por ejemplo, Terenci Moix (No digas que fue un sueño), uno de los más vendidos (más de 1.200.000 ejemplares). "Ello supone cerca de 300 millones en concepto de derechos de autor".
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