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Palestina: detalles y poder

Emilio Menéndez del Valle

Los palestinos -en cuanto pueblo perseguido, aunque no elegido- tienen una enorme fuerza moral, pero, por si solos, escasa fuerza material, real. Viven días dramáticos y probablemente decisivos para saber si la estrategia iniciada en Madrid y continuada en Oslo, impuesta por la realidad objetiva aunque voluntariamente asumida por la OLP, tiene futuro. No sólo moral, sino futuro real, aun imperfecto.Todo lo que se escriba estas semanas será poco en comparación con las dimensiones y alcance, no tanto de la tragedia (no se trata de un fenómeno natural, un terremoto, ya que hay responsables concretos) sino de la profunda injusticia, desvergüenza y ausencia de inteligencia política y sentido común que se están adueñando de Oriente Medio. La apertura del famoso túnel de Jerusalén (no así los muertos que ha provocado), caústicamente calificada por Maruja Torres como "última bravata del pueblo elegido", es lo de menos. Lo de más es la frustración lindante con lea desesperación que producen en los palestinos la intransigencia, la arrogancia y el incumplimiento por parte del actual Gobierno de Israel de lo pactado por sus predecesores. Y eso es aplicable únicamente a aquellos palestinos y a su Autoridad Nacional (ANP) que creyeron que el proceso podría funcionar a partir de los acuerdos de Oslo. La actual política de Netanyahu hará que ese importante sector disminuya rápidamente en beneficio de los extremistas palestinos excluidos de la ANP a quienes los extremistas israelíes que integran el Gobierno judío proporcionan no ya pretextos sino consistentes razones.

Es posible que la fuerza moral de Arafat y de la ANP -que no han obtenido concesión alguna en la recién celebrada cumbre de Washington- se mantenga aun por algún tiempo, gracias sobre todo al prestigio adquirido por la policía de la ANP, que ha protegido a tiros a los manifestantes palestinos que se enfrentaban al ejército de Israel. No hay que olvidar, empero, que la oposición interna proviene no sólo de Hamás y Yihad Islámica, que siguen practicando la resistencia armada contra el `enemigo sionista", sino también de intelectuales de prestigio dentro y fuera de Palestina, como por ejemplo Edward Said. Said ha sido siempre crítico, a veces demoledor, con Arafat y su política. Ya en 1993, poco después de Oslo, se mostraba preocupado porque la población palestina, dividida y poco preparada, se veía obligada a tomar posición en un terreno previamente preparado por Israel, que negoció los detalles a partir de una postura (no moral pero sí real) de fuerza consolidada.

Por aquel entonces y comentando lo firmado en la capital noruega, Said escribía que "cuando llegó el momento de negociar los detalles (por ejemplo qué partes de Jericó y Gaza se cuestionaban) no teníamos ni planes ni detalles reales. Ellos tenían los planes, el territorio, los mapas, los asentamientos, las carreteras. Nosotros, el deseo de autonomía y de la retirada de Israel, sin detalles y sin poder para cambiar nada demasiado. Necesitamos una disciplina del detalle". Edward Said -que subraya ellos y nosotros- no destaca sin embargo una palabra que también utiliza: poder. La ausencia de esquemas claros, de documentación bien preparada, de proyectos adecuadamente elaborados es tal vez una connotación cultural, aunque no exclusiva de los palestinos, que lleva su tiempo corregir. Pero la ausencia de poder real es clave, y la ANP no lo tiene. Eso lo saben Israel y los EE UU. Si el fuerte trata al débil como lo hace Netanyahu el poder prevalecerá y la autoridad moral y la legitimación palestinas declinarán entre su pueblo. El paso siguiente será el levantamiento generalizado en Palestina y el caos en Oriente Medio. ¿Es eso lo que quiere Netanyahu? Espero que no sea lo que quiere Israel.

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