Los óleos y dibujos de Celaya adolescente, recuperados del olvido
Amparo Gastón, viuda del poeta, abre la muestra en la Residencia de Estudiantes
Gabriel Celaya llegó a Madrid en una fecha mítica, 1927, a un mítico lugar, la Residencia de Estudiantes. Tenía 16 años, y su padre quería que estudiara ingeniería industrial. En la calle Pinar, aquel joven inquieto encontró mucho más que matemáticas. Las voces de Buñuel, Dalí o Lorca atronaban aún suavemente en las paredes de "la Resi"; Calder, Le Corbussier, Marinetti, Madame Curie o H. G. Wells dictaban conferencias, mientras Stravisnki o Ravel hacían en directo su revolución musical. En ese ambiente vivió Celaya siete años, allí se hizo poeta, ingeniero, y también pintor. Una muestra de 54 obras (entre óleos, dibujos y gouaches) rescata en la Residencia su faceta más ignorada.
Rafael Múgica, los dibujos de Gabriel Celaya se titula la exposición que se podrá ver desde mañana y hasta el 20 de diciembre en Madrid. Título y fecha de inauguración no han sido elegidos al azar. Amparo Gastón, 45 años siendo Amparitxu para Celaya, lo aclaró ayer: "El fue Rafael Múgica hasta que nos conocimos el 8 de octubre de 1946. Entonces rompió con su familia y con su pasado de ingeniero. Abrimos la Editorial Norte, guardamos las pinturas en una gran carpeta gris, dejó la empresa de su padre y empezó a dedicarse sólo a la poesía".A lo largo de su vida, Celaya firmó primero Rafael Múgica, luego Juan Leceta y más tarde Gabriel Celaya. Todo porque Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta tenía dibujado un gris destino de ingeniero. En 1935 volvió a San Sebastián como gerente de la empresa paterna. Cara a su familia, Rafael Múgica aprobó "sin dificultades ni suspensos" la carrera. De espaldas a ella, se hizo artista.
En el 27, tenía decidido ya que lo sería. Uno de sus primeros cuadernos, cosido con letras de oro, dice en el lomo: O. C. R. M (Obras Completas de Rafael Múgica). "Qué chulo, ¿eh?", exclama Amparo Gastón, Amparitxu. Y sigue: "La verdad es que era listo, y fue buen poeta, buen ingeniero y un pintor interesante".
Pero de esta última faceta, hasta ahora, sólo había una noticia: el libro de poemas infantiles La voz de los niños, editado a comienzos de los 80, contenía algunas ilustraciones, en blanco y negro, sin título ni alusión alguna a la técnica empleada, y firmadas -como el resto de su obra pictórica- Rafael.
Entusiasmo y fracaso
Celaya pintó y dibujó de manera entusiasta durante su juventud. A pesar de que en un texto autobiográfico dice que fracasó "por la falta de preparación técnica", para Josefina Alix, que ha estudiado su obra en un texto que incluye el catálogo de la exposición, a través de su pintura "se pueden repasar todas las tendencias que vivió la Residencia en esos años".Las obras que forman la exposición -54 gouaches, dibujos y óleos- proceden de la colección de Amparo Gastón y de los fondos que Celaya vendió antes de morir a la Diputación Foral de Guipúzcoa, en un episodio un tanto vergonzante: Cela llegó a decir que el poeta vivía en la indigencia. "Yo creo que lo dijo para atacar a Semprún porque no le daba el Príncipe de Asturias", recuerda Amparo.
La obra pictórica de Celaya, que visitará en enero el Centro cultural KoIdo Mitxelena, sale de la Biblioteca Gabriel Celaya, el centro que se ha encargado de catalogarla durante estos años. Allí viajó Juan Pérez de Ayala, comisario de la muestra, para seleccionar entre los más de 400 trabajos realizados por el poeta entre 1928 y 1935. Guitarras, mujeres, toros, miniaturas, figuras surrealistas, proyectos escultóricos nunca completados. "Todos dan idea de su buena mano como pintor", afirma Pérez. Y de su preocupación por las nuevas vanguardias: "Fue un pintor rico, fresco y valioso", dice Pérez. "Le influyó Marinetti, que le convirtió en un futurista convencido. Y Gerardo Diego y Huidobro, que le acercaron al creacionismo. Y el surrealismo de Dalí; y Miró y Picasso y Benjamín Palencia". Los libros que se exponen enseñan también esa precoz pluralidad de intereses: el Manifeste du surrealisme, de Breton; el Traité du style, de Aragon...
Cinco años después de su muerte, Amparitxu sigue fiel a su memoria, pese a que... : "Para él, es verdad, lo primero era la poesía; pero sabía que yo estaba detrás, triste y sola, esperando a que terminara de escribir. A veces venía a las cuatro de la mañana a leerme el poema y yo no le quería escuchar. Pero nunca le falté".
Babelia
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