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Las trampas

Cada vez que se agita el cotarro de la financiación autonómica, las plantas del sofisma y la demagogia reverdecen (si es que alguna vez se secaron) y adquieren frondosidad que impide, no ya ver el bosque, sino toda visión; alzan un muro que deja a los circunstantes en situación de ceguera, buen momento para sustituir el razonamiento, incluso el razonamiento interesado, por el sentimiento, sobre todo en su forma más penosa de resentimiento; algunos casos.1. Todo el sistema autonómico desde la Constitución, y en todo su desarrollo, se basa en dos principios que, llevados a sus últimas consecuencias, se anulan mutuamente en sus efectos prácticos: autonomía y solidaridad, versiones territorializadas de los de libertad e igualdad. Es necesario llegar a un compromiso entre ambos; de lo contrario, aparece el caos. Pero no podemos ser, a la vez, cada vez más autónomos y cada vez más iguales, o sea solidarios; ése es el sofisma. Hay que llegar, no a una componenda, pero si a una composición de fuerzas que lleven a soluciones. La solidaridad progresa en detrimento de autonomía, y la autonomía en el de solidaridad.

2. La corresponsabilidad fiscal de que tanto se habla es una aspiración razonable y difícil, pues los caminos para llegar a ella producen cierta zozobra a los que reclaman igualdad-solidaridad. De aquí que en este pleito de financiación las líneas divisorias de la opinión suelen coincidir con las que separan los intereses en juego: a las comunidades en las que se. disfruta de una renta media alta les interesa la corresponsabilidad porque creen que obtendrán alguna ventaja económica de la incrementada autonomía tributaría y las que agrupan gentes de renta media baja en cierran dos temores: que los ricos se distancien hacia arriba a la vez que ellos hacia abajo, y que los ricos sean más realmente autónomos mientras ellos dependen de fórmulas compensatorias que pueden escapar a su control. Así, tanto con el 15% de antes como con el 30% de ahora, Cataluña, Madrid, Baleares y Valencia han sido partidarias de la medida, y Galicia, Extremadura y Andalucía han experimentado fuertes recelos aunque, en algunos casos, ha cambiado el signo político de los gobernantes respectivos. Pero- este planteamiento desde el interés es lógico y razonable; lo que no resulta tanto es el adobo con siglas políticas y agravios y sentimientos comparativos. Los socialistas catalanes inventaron este mecanismo que ahora, duplicado el porcentaje al 30%, siguen defendiendo mayoritariamente; y el señor Fraga ha sido siempre contrario, salvo arreglo económico.

3. La obsesión con Cataluña hace que falte imaginación en las contrapropuestas. Sería lógico que alguien dijera: para que yo mantenga mi autonomía financiera al nivel de los demás, sería razonable que yo tuviera, no el 30%, supongamos que suficiente para Cataluña, sino el 60% del IRPF de mi territorio, que será lo suficiente para mí. Lo mismo que centrarse en el IRPF: la cesión parcial de varios impuestos, y no sólo del IRPF, sería, desde muchos puntos de vista, más razonable. No estoy haciendo propuestas, Dios me libre; pero quiero indicar que una cuestión políticamente tan delicada y compleja como compaginar autonomía e igualdad requiere mucho diálogo, menos fantasmas dialécticos y partidistas, y bastante imaginación. Lo fácil es irse por la vía de la compensación a los desfavorecidos con cargo a los bolsillos de todos los españoles, en el camino de una sobrefinanciación al final, de todas las comunidades autónomas.

4. Cuando se habla de corresponsabilidad, las CC AA de renta media más baja desconfían; en realidad, desconfían de sí mismas, de su potencial de crecimiento; pero éste es mayor cuando la renta es baja, si se siguen las políticas adecuadas; por tanto, el potencial de crecimiento de la recaudación en la. que se corresponsabilizan es mayor que el de las zonas con renta alta, repito, si se hace la política adecuada: si se utilizan las compensaciones que se reciben en el territorio para salir de la situación de renta inferior a la media, y no sólo con la obsesión puesta en la igualación de los niveles de consumo de servicios públicos; la política del resentimiento se ocupa de lo segundo, y no de lo primero. Pero Canarias, por ejemplo, ha crecido más que la media, y no partía de una situación de superioridad; la economía de los distintos territorios no evoluciona de manera homogénea, y al paso marcado desde arriba; esa diversidad es la que tiene que aprovecharse desde la autonomía.

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