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"Hemos cambiado la forma de enseñar"

Los maestros, una vez consolidada la primaria, sólo temen ahora los recortes

Los maestros sienten que vuelven a ser maestros: modelo y guía en la vida de los niños. Que recuperan aquel papel que les robó la EGB porque les redujo a simples enseñantes. Muchos de estos maestros, sobre todo en la enseñanza pública, se sienten enamorados de la letra de la reforma (LOGSE) en la primaria (2.700.000 alumnos), aunque no por ello se olvidan de manifestar su queja contra la falta de medios y su temor a los recortes presupuestarios que ponen en peligro de marcha atrás al gran avance que sienten haber vivido en los últimos seis años de esfuerzos y cambios para construir la nueva primaria. "Algunos, muchos, hemos cambiado de mentalidad y eso es importante", comenta Carmela de la Cruz, en 5º de primaria en el colegio público (CP) Alfonso X el Sabio.Fueron escépticos

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Antes profesor, ahora maestro

Esta misma profesora -o mejor, maestra- y muchos de sus compañeros fueron escépticos con la reforma antes de su aplicación. "El espíritu está muy bien, pero nos parece imposible llevarlo a la práctica", decían. Seis años antes, el Alfonso X el Sabio presentaba una faz con falta de coordinación, cada uno trabajaba en solitario, no había un rumbo fijo común, una idea clara de los cometidos. Hoy, las mismas aulas han pasado a la organización, a la integración equilibrada de escolares marginales, al proyecto que refleja el trabajo en equipo, la autonomía del centro en sus proyectos educativos y la satisfacción de docentes y alumnos alcanzado una conjunción de destinos dentro de un trabajo del día a día.

Han cambiado los horarios y los contenidos. Cuando todo funciona, prácticamente no existe la lección magistral que ha dejado espacio a las especialidades (música e idioma extranjero) y a más actividades artísticas y de educación física. "Ahora, todo es como un juego, y los niños aprenden de verdad", explica Eloísa López, en 2º de primaria. Aprender a aprender, como propone la reforma pero sin olvidar que "en los dos últimos años de primaria (de 10 a 12 años) los chavales tienen que memorizar", recuerda Eloísa.

Con la reforma se ha ganado en método, aunque con menos contenidos. "Enseño a través de los poemas", comenta Carmela de la Cruz. "Primero lo hago con Lorca, después, con Miguel Hernández. Se me ve un poco el plumero...", añade bajando la voz, "y de este método hago que salgan el dibujo, la gramática, la sintaxis, las fórmulas para memorizar...". Todo sería perfecto si no fuera porque no hay proyecto económico y esto, agravado por los recientes recortes.

Esos recortes representan: más niños de integración por aula que los previstos por la ley (dos por 25 alumnos), supresión de proyectos ya iniciados que pueden tener que ver con actividades medio ambientales en huertos propios, materiales audiovisuales, o la formación de escuelas para padres. "La ministra le dio un palo a la enseñanza pública cuando habló de cerrar aulas para pasarlas a los centros concertados", afirma Elisa, que tiene en su aula siete niños gitanos y dos de educación especial. "Necesitamos mayor apoyo y más consideración social. La educación no es un negocio". Elisa sostiene que los centros concertados tienden a no admitir niños marginales, que los desvían hacia la pública bajo el pretexto de que ya no quedan plazas. "Me encanta trabajar con marginales, no quiero que se vayan, pero es preciso recordar que los centros concertados tienen que trabajar en las mismas condiciones que los públicos".

En el CP Vicálvaro (Madrid), el 10% de los niños son gitanos y el 20% de necesidades especiales debido a traumas familiares. Entregado a un sinnúmero de proyectos incluso de dimensión europea, este centro muestra un profesorado motivado y estable. "Hemos cambiado la manera de enseñar y la manera de aprender. Antes, el libro de texto era el único recurso; ahora, es un simple instrumento", explica María Jesús Bescansa, de educación especial. "Veremos los frutos de todo esto dentro de 10 años", añade. "Ha cambiado el sistema de los abuelos", explica José Manuel Barrientos, hijo y nieto de maestros, defensor a ultranza de la escuela pública, hoy director del CP Vicálvaro. "Llevamos pocos años de reforma", añade, "pero ya se nota el cambio. Hay que tener paciencia".

A la visión positiva de estos maestros se añade su satisfacción por haber visto emigrar de los centros a los niños de 12 años con destino a los institutos de la secundaria (ESO) para cursar el 1º de la ESO. "Nos alteraban a los pequeños. Estamos muy a gusto sin preadolescentes. Ahora hay paz", dice Charo Juárez, de educación infantil.

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