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Estrategia impredecible de Clinton

Antonio Caño

La estrategia de Estados Unidos hacia Irak se ha hecho impredecible. Bill Clinton podría optar ahora por golpear con fuerza para despejar las dudas sobre su resolución frente a Sadam Husein o dar por cerrada toda esta crisis y evitar mayor daño político.Esta segunda alternativa es difícil sin que Clinton deje la sensación de que ha perdido su batalla personal contra el líder iraquí. Cuando Clinton se vea cara a cara con su rival republicano a la presidencia, Bob Dole, éste podrá reprocharle que Sadam Husein ha fortalecido considera blemente su posición en el norte de Irak y sólo ha perdido cierto terreno en el sur. En la brevedad de un debate electoral, todos los éxitos de la política exterior de Clínton pueden verse mancha dos por el relativo fiasco en el Golfo.

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Bob Dole podrá argumentar que toda la formidable maquinaria de guerra desplazada por Estados Unidos a esa región en los últimos días sólo ha servido para gastar combustible y dinero -1,2 millones de dólares (unos 150 millones de pesetas), por cada 150 millones de pesetas) por cada uno de los 44 misiles lanzados para dejar a Sadam Husein me jor de lo que estaba antes de la crisis.

Actuar militarmente para evitar esas críticas también supone riesgos. Principalmente, el de aparecer como un agresor sin excusa ni fundamento. Bombardear de nuevo Irak sin mediar provocación -con el riesgo que eso supone para los pilotos norteamericanos- sólo podría ser útil políticamente si el daño que se infligiese a Sadam Husein fue se decisivo.

Mientras tanto, la Administración norteamericana defiende que lo que se ha conseguido has ta ahora ya es suficiente, que la aviación iraquí ha sido enclaustrada al norte del paralelo 33 y que el dispositivo militar puesto en escena por Estados Unidos ha servido, para evitar el peligro de una nueva agresión de Bagdad contra Kuwait. Pero ni siquiera Kuwait -a juzgar por su reacción al desplazamiento de tropas norteamericanas parecía ahora sentirse amenazado por Sadam Husein.

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