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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desembarco digital

EL DESEMBARCO en las Américas, esta vez digital, es el último engendro que ha lanzado la factoría de comunicación de La Moncloa en un ejercicio de contorsionismo. Constituye, por lo que sabemos hasta ahora, una muestra descarnada de cómo un Gobierno tira por la borda pretendidas ideologías -el liberalismo-, promesas de ahorro -el despilfarro es escandaloso- y anuncios electorales, tanto de contenido como de talante. Es un proyecto culturalmente retrógrado, manirroto en criterios económicos y escasamente acertado cómo solución tecnológica.El plan consiste en crear una plataforma de televisión digital por satélite, con capacidad para transportar simultáneamente la señal de unos 50 canales que lleven el patrimonio audiovisual español, actual y futuro, en castellano o en cualquiera de las otras lenguas españolas, a todo el planeta. Allá que irán La del manojo de rosas, Gracita Morales y Jesulín de Ubrique como muestra del patrimonio cultural del que tanto hay que presumir. Y para este proyecto se requerirán inversiones de cientos de miles de millones de pesetas. ¿Importa algo que se estén elaborando los presupuestos más restrictivos de los últimos tiempos?

El Ejecutivo presta para este faraónico proyecto a una empresa pública -hecho ya atípico en el panorama de la televisión digital europea- con agujeros financieros de escándalo, que pierde más de 100.000 millones al año y que hace unas semanas Aznar prometía adelgazar al máximo porque este país no puede permitirse tal despilfarro. Radiotelevisión Española, aparentemente, pretende aportar sólo la "riqueza de sus fondos audiovisuales" y su "capacidad de producción", después de anunciar su repliegue en la financiación de nuevas obras cinematográficas. No se trata ya de sanear RTVE, sino de tirar hacia adelante. La televisión digital compartida con Azcárraga se presenta como la tabla de salvación de RTVE, que permitirá enjugar sus tremendas pérdidas, dar trabajo a la plantilla sobrante y encontrar nuevos usos para el satélite Hispasat. Bonito como cuento de hadas, mas erróneo o cínico como proyecto cultural y económico.

Pero no es simplemente otro quiebro más en las promesas de los populares. Pone de relieve -en la estela del anteproyecto de Ley de Secretos Oficiales- la existencia en el Gobierno de Aznar de una veta intervencionista y autoritaria en relación a los medios que empieza a resultar preocupante. El consorcio que se quiere crear tiene la vocación paternalista, cómo no, de acoger a todas las empresas audiovisuales de este país en pie de igualdad. Es decir, apadrinarlas. ¿Qué hace una televisión pública en tal proyecto? Pues no estamos ante una plataforma común y neutra, como anuncian algunos responsables del PP, sino ante algo mucho más grave: el crecimiento de la presencia del Estado y del Gobierno en los medios de comunicación. Es la Prensa del Movimiento en combinación con el Instituto de Cultura Hispánica, tan caro a esa derecha española que siempre ha soñado con vientos imperiales.

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El apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos no puede resultar ajeno a esta iniciativa, pues difícilmente podría el Gobierno lanzar un proyecto de esta envergadura económica y política, en el que están comprometidas empresas públicas, sin la participación de sus socios. Su deseo de una mayor difusión de las cadenas en catalán, vasco o gallego debe esconder otros intereses que públicamente callan.

La elección del principal socio extranjero es también reflejo del talante con el que se aborda la operación. Televisa es un grupo privado mexicano que controla el 85% de la audiencia en su país y que se ha construido como cuasi monopolio al amparo de un régimen de partido único, el PRI, en el que milita su presidente, Emilio Azcárraga. Los liberal-conservadores españoles demuestran así la flexibilidad de su cintura ideológica. Pero ésta sería una crítica desde los propios supuestos del Gobierno. Más crucial resulta que, de prosperar, este proyecto promete mucho más para Televisa en España que para las televisiones españolas en América Latina. Televisa -cuyas cuentas pasan también por un mal momento- encuentra así un puente de oro para su entrada en España, intento que hasta ahora se había visto frenado. Desembarco habrá, pero más probablemente en nuestras playas, o, mejor dicho, antenas.

La fuerza de los otros socios extranjeros que se apuntan -entre ellos el brasileño O Globo, y el anglosajón grupo Murdoch- augura que RTVE será al final una simple gota de agua dentro de este proyecto.

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