Privatizaciones y precipitaciones
EL EQUIPO económico del Gobierno afronta la privatización de las empresas públicas con insistencia, confusión y precipitación. Casi cuatro meses después de la drástica declaración del nuevo ministro de Industria según la cual todas las empresas públicas serían vendidas en el transcurso dé esta legislatura, apenas se ha avanzado realmente en ese proceso de "vuelta al sector privado", uno de los pilares del discurso de José María Aznar. Como no sea para comprobar que no basta con anunciar que se quiere vender para que aparezcan compradores como por arte de magia. Como en otros aspectos de la gestión de la economía, el supuesto programa de privatizaciones muestra que este equipo tiene dificultades para desarrollar las declaraciones de principios generalistas con elaboraciones económicas y jurídicas adecuadas.Una prueba de ello es la precipitación con que se anunció la: venta de grandes empresas públicas, sin tener los diseños adecuados para realizarlas de inmediato, con el riesgo evidente de la depreciación del valor de estas empresas en el mercado. Desde, el momento en que el nuevo ministro de Industria afirmó en mayo que todas las empresas públicas estaban en venta hasta hoy, el valor conjunto en Bolsa de las cinco grandes empresas públicas -(ENDESA, Tabacalera, Telefónica, Repsol y Argentaria) ha caído en tomo a 105.000 millones de pesetas. Esta depreciación, que debería haberse evitado, es atribuible, en primer lugar, al precipitado anuncio de ventas en empresas de gran atractivo para los invesores y susceptibles de especulación a la baja.
Pero es que, además, los responsables políticos han dejado bien claro que los objetivos de carácter macroeconómico están muy por encima del cuidado de las empresas públicas. Así " el Gobierno no ha tenido empacho en reducir drásticamente los márgenes de Tabacalera para aumentar los ingresos públicos por la vía que tanto inisitió en negar, que es la subida de impuestos, en este caso sobre el tabaco. Los inversores han interpretado que este Ejecutivo puede hacer lo, mismo con otras grandes empresas semirreguladas y han actuado en consecuencia, castigando los valores de ENDESA, Repsol y la propia Tabacalera. El anuncio precipitado de una privatización. total y sin calendario sería la razón de fondo de la depreciación latente de los valores empresariales públicos, mientras que los últimos aumentos de impuestos del tabaco habrían detonado la carrera pronunciadamente bajista apreciable desde finales dé julio.
Si bien en casos y momentos adecuados tienen sentido, las privatizaciones no aportan ninguna nueva riqueza al país en su conjunto. Pero si el vicepresidente económico, Rodrigo Rato, y Piqué toman en consideración la capacidad de los grandes grupos públicos para aportar fondos al Estado, aunque sea a, través de su eventual venta, no estaría de más que afinasen su política y sus declaraciones en consonancia con las leyes de los mercados, que son los que finalmente deberán comprar y gestionar esas empresas. Desde el punto de vista de la reducción del déficit para cumplir los criterios de Maastricht, además, el proceso de privatizaciones debería concentrarse en 1997. No había, pues, necesidad de tanta precipitación en las declaraciones. Y de poco sirve elaborar aparatosas normas sobre distinción administrativa de las empresas, que eso es el decreto de privatización de junio, si se maneja discrecionalmente su situación fiscal o si se cambian presidentes sin atender las opiniones de la mayoría de los accionistas.
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