La policía israelí frustra la protesta de Arafat en favor de los derechos palestinos sobre Jerusalén
Israel frustró ayer los planes de Yasir Arafat para transformar la oración de los viernes en la mezquita de Al Aqsa en una multitudinaria reafirmación de los derechos palestinos sobre Jerusalén. Sólo cerca de 10.000 palestinos, la mitad de lo usual, pudieron acudir a la explanada del Monte del Templo tras la virtual militarización del sector árabe de la ciudad y el bloqueo casi absoluto de todas las vías de entrada. No se produjeron incidentes. Furiosos, los líderes palestinos acusaron al Gobierno israelí de violar los derechos religiosos de los musulmanes.
Los palestinos culparon agriamente al Gobierno de Benjamín Netanyahu de agravar la crisis desatada el martes tras la demolición de un centro social palestino y la ampliación de los asentamientos judíos en Cisjordania. Moshe Fogel, el portavoz oficial israelí, rechazó las acusaciones de que en Israel se conculca la libertad de culto de los musulmanes. "A los únicos que se les prohíbe rezar en el Monte del Templo es a los judíos. El sitio es el más importante para nuestra religión, en nuestra tierra, pero queremos evitar fricciones".Lo de ayer no fue, por tanto, la concentración palestina que debía hacer temblar a Israel y catalizar las frustraciones de los palestinos hartos de la reiterada mala voluntad de Netanyahu para llevar adelante el proceso de paz.« La oración de ayer ni siquiera fue una verdadera manifestación de protesta e incluso los sermones que se oyeron en Al Aqsa no abundaron en temas políticos.
La jornada demostró, sin embargo, que los palestinos van a recurrir a cualquier método para exponer su causa y que jamás renunciarán a sus aspiraciones nacionalistas y religiosas. La policía israelí desplegó millares de agentes de refuerzo para impedir que los palestinos de Gaza y Cisjordania entraran en Jerusalén, la cuna espiritual de musulmanes, judíos y cristianos. Hace seis meses que están cerrados para la mayoría de los dos millones de palestinos los territorios autónomos, víctimas del "castigo colectivo" por los atentados suicidas de los extremistas islámicos de Hamás. Pero muchos pasaron con la ayuda de pasaportes extranjeros, caminos secretos y hasta escaleras.
"Los israelíes no tienen derecho a impedirnos que vayamos a rezar. ¿Qué clase de paz es ésta, que no se nos deja siquiera acudir a nuestros lugares sagrados?", declaró Mustafa Hosniye, un obrero de 27 años que trató en vano de cruzar desde Ramala.
Pero a poca distancia del puesto de control de Al Ram, hombres y mujeres, muchas de ellas con las túnicas bordadas del ajuar tradicional palestino, hacían cola para salvar un muro con la ayuda de una vetusta escalera.
"Si los soldados me agarran no importa. Que me metan en la cárcel. Yo sólo estoy cumpliendo con mi conciencia", dijo otro palestino que desapareció por un callejón cuando surgió a mediana altura un helicóptero azul de la policía israelí.
"Quiero ir a mostrar mi apoyo a nuestro presidente Arafat. Ha llegado la hora de decirle que estamos con él porque nos va a devolver Jerusalén y será la capital de nuestro Estado", afirmó el maestro de escuela Fayez Abu Omar mientras atravesaba a pie el puesto de control en la frontera con Belén y Hebrón.
"Los israelíes hablan de paz con Omán, con Egipto, con Qatar. ¿Pero qué nos ofrecen a los palestinos? Más desgracias", clamó Jalil Ali Hamaraman, un obrero sesentón de Belén que intentó sin éxito llegar a Jerusalén con su flamante pasaporte de Jordania, hoy oficialmente en paz con Israel.
Aunque la frustrada marcha sobre Jerusalén pone fin a las dos medidas que Arafat decretó para presionar a Israel (la otra fue la gran huelga del jueves), es probable que el liderazgo palestino adopte ahora una actitud más conciliatoria. Esto contradice los pronósticos de quienes creen que, cansado de desaires, Arafat "ha cruzado el Rubicón". Pero fuentes palestinas, dijeron ayer que los contactos del Comité Consultivo, que actúa como comisario de los acuerdos de paz de Oslo, van a continuar la próxima semana.
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