La gran fiesta popular

En la apoteosis final del Festival de Edimburgo, que comenzó hace tres semanas en la ciudad escocesa, no hay quien dé abasto. Se suceden uno y otro espectáculo atractivo en una iglesia, un garaje, un pub o en el callejón más inesperado dentro de las propuestas alternativas del Fringe, mientras en el Festival Internacional se superponen grandes nombres del teatro, la danza, la música y el canto: Pina Bausch, Robert Wilson, Brüggen, Peter Stein, Andras Schiff, Botho Strauss y un Elías de Mendelsshon encabezado vocalmente por Bryn Terfel y Renée Fleming.La única pausa ha llegado gracias al concierto de los fuegos artificiales en los jardines de la calle Princess, la vía principal de Edimburgo, con el famoso castillo de la ciudad como telón de fondo. Doscientas cincuenta mil personas, según las estimuIaciones más moderadas, han tomado calles adyacentes, parques y puentes para al menos ver la explosión de color y el ruido asociado a los fuegos.

Llegar al recinto donde la Orquesta y Coros de Cámara escoceses actuaba n era más complicado, pero Valía la pena. Escuchar en este contexto la Obertura para un festival académico, de Brahms, o la Música para unos fuegos artificiales, de Händel, adquiría un sentido diferente y profundamente festivo. No llovió durante el lanzamiento de los fuegos, lo que propició la magnitud masiva de la concentración.

El paréntesis ha durado un suspiro. Hoy, 31 de agosto, además de los festivales oficial y alternativo, concluye el de Jóvenes Orquestas Británicas, asociación al frente de la cual se encuentra el gran director Simon Rattle. Es la última oportunidad para acercarse a lo que sea. Siempre puede saltar la sorpresa en esta provocación permanente de espectáculos fronterizos y singulares.