Belleza y robo
En las primeras reseñas periodísticas del Festival de Cannes 96 ya llamó la atención que nuestros enviados dijesen que el último Bertolucci, Stealing beauty, se llamaba Belleza robada. Uno sabe de los aprietos festivaleros y de la urgencia con que se escriben esas crónicas. Pero se acerca el día del estreno en España de esta película y hay indicios de que vamos a tener que llamarla, cuando compremos la entrada en la taquilla, con ese ridículo y absolutamente erróneo título (que, conocida la película, aún resulta más disparatado). La tradición del cambio de títulos es larga y ominosa en todas las cinematografías: las leyes del comercio, la ocurrencia de algún listo o la pura pereza con sus motivos. Pero hay en este caso la sospecha de que los responsables de semejante engaño actúan por ignorancia de lo que en inglés significa, en una de sus acepciones más conocidas, el gerundio adjetivado stealing. Claro que la cosa aún podría haber sido peor: Belleza robante o, en clave Martes y Trece, El robobo de la bebelleza. Cualquier cosa menos la justa y razonable: Belleza fugitiva (o furtiva, o esquiva); soluciones que, además de apropiadas, son mucho más hermosas que la fraudulentamente elegida.-