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El estreno de Julio Bocca en Madrid se empaña por los problemas técnicos

El público exigió el dinero de las entradas

El esperado estreno en el Patio del Conde Duque de Madrid de Julio Bocca y el Ballet Argentino resultó una deslucida noche con broncas, pitos y aplausos a destiempo que deslucieron el buen momento por el que atraviesa el virtuoso bailarín porteño. Al final, la noche la salvó su danza y las verdaderas culpas del desaguisado las tienen, una vez más, un mal diseño del patio de butacas y de las gradas que cada año se colocan en ese espacio monumental.

El primer bailarín Julio Bocca se empeñó en empezar la función a las diez en punto de la noche, y el público madrileño, tan generoso con él en otras ocasiones, estaba, en parte, entrando todavía en el recinto del patio del cuartel del Conde Duque. Ya entonces, otro sector del venerable, dio una justificada bronca por el caos que produjo el que se apagaran las luces a las diez en punto: el verano de Madrid exigía otros minutos más de cortesía a los que el divo argentino no accedió. El resultado de tal discordancia fue un creciente rumor que hizo que el primer y único número clásico del programa, Paquita, discurriera entre ruidos y protestas. Mientras la organización contaba dinero en la taquilla y devolvía el importe de las entradas a los que se sentían defraudados, Bocca se esmeraba inútilmente en sus piruetas y en su salto. Su papel en Paquita pasó lamentablemente desapercibido y eso le hizo fruncir el ceño más de una vez.La tensión creció por momentos. A las quejas de los espectadores tardíos se añadió la de los que habían pagado las entradas más caras que se quejaban de no ver, entre otros detalles, los pies de los bailarines. El ruido no cesó durante toda la velada y solamente al final la magia envolvente del tango acalló protestas y despejó la atmósfera. Bocca y su baile hicieron que los aplausos finales parecieran sinceros.

Las gradas de mecanotubo que se colocan actualmente en el patio del Conde Duque no son aptas para la danza, y el efecto ya fue negativo para otras compañías de ballet. Bocca se quejó del ruido del entarimado, y aún así, accedió a bailar. Las luces, el suelo especial o tapiz de danza, fueron puestos según sus exigencias, pero la perspectiva de visión del recinto es difícilmente corregible en las pocas horas de montaje disponibles, según declaró un funcionario del Ayuntamiento madrileño. Un sector minoritario del público también se quejó del cambio de programa, que sustituyó al primero previsto por el segundo. Al terminar la representación, un nutrido grupo de espectadores decidió ir a los juzgados de la Plaza de Castilla y presentar una denuncia al Ayuntamiento, que no quiso atender sus reclamaciones

Virtuosismo

Julio Bocca es un artista excepcional del ballet actual capaz de demostrar su virtuosismo hasta en circunstancias como las descritas. Mucho se ha escrito sobre sus desplantes, su mal carácter y sus reacciones intempestivas sobre el escenario. Anoche en el Conde Duque, Bocca se tragó su enfado e intentó en los tangos coreografiados brillantemente por Óscar Araiz remedar con orgullo más que salvar una noche que parecía perdida. La danza juega estas malas pasadas a sus fieles y a sus intérpretes, y solamente la honestidad del artista las salva. No es la primera vez que pasa. Los Veranos de La Villa en el cuartel del Conde Duque han pasado por diferentes formatos de escenario y fórmulas de programación sin encontrar la vía más satisfactoria.

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