La maldición de Arusha
La ciudad tanzana de Arusha ha entrado con nombre propio en la geografía política africana. En Arusha se labró el acuerdo entre el presidente ruandés, Juvenal Habyarimana, y el pro tutsi Frente Patriótico Ruandés (FPR) para poner fin a las hostilidades, compartir el poder y trazar juntos la senda democrática. En Arusha invitó Habyarimana a su homólogo burundés, Cyprien Ntaryamira, a subir al avión con que le había obsequiado la presidencia francesa para volar juntos a Kigali, después de asistir a una cumbre regional. El derribo de ese avión sobre el cielo de la capital ruandesa, el 6 de abril de 1994, desencadenó uno de los más expeditivos y horrorosos genocidios del siglo, con el asesinato de entre medio millón y un millón de ruandeses (tutsis en su mayor parte, aunque también algunos hutus moderados) y la reanudación de la guerra civil que llevó a la victoria al FPR y al exilio a los instigadores del genocidio, y a casi dos millones de ruandeses que hoy todavía pueblan el este de Zaire y el oeste de Tanzania.En Arusha acordaron hace un mes las potencias regionales crear una fuerza multinacional interafricana para desplegarse en Burundi y poner coto a un "genocidio gota a gota", como lo definió un responsable de la Cruz Roja. Una fuerza para la que hasta el momento apenas se han encontrado voluntarios en Etiopía, Zimbabue, Tanzania y Malaui, y para la que Estados Unidos y Suráfrica sólo han ofrecido apoyo logístico y económico. Una fuerza que según la Carta de las Naciones Unidas debe contar con la aquiescencia del país afectado para ser desplegada, y frente a la que ya han afiliado sus machetes tanto los radicales hutus como los tutsis, dispuestos a tratar a los hermanos pacificadores como "enemigos e invasores". En Arusha, donde está constituido el Tribunal Internacional que debe enjuiciar a los instigadores y ejecutores del genocidio ruandés, impusieron ayer a Burundi sanciones económicas si no regresa al sendero democrático. Una apelación histórica para la tradición africana e internacional de no intervenir en los sucios asuntos internos.