Ntibantunganya: la reconciliación imposible
El jefe del Estado de Burundi, Sylvestre Ntibantunganya, de 40 años que se refugió como ministro en la Embajada de Francia en 1993 y ahora como presidente en la residencia del embajador norteamericano, fracasó en su búsqueda de la reconciliación."Nos hace falta un jefe", repiten desde hace meses los burundeses. Casi todos los tutsis están de acuerdo en este punto; Y acusan al presidente hutu de todo tipo de "traiciones", sobre todo después de que pidiera en La cumbre de Arusha (Tanzania) una asistencia militar regional calificada de "invasión" por sus oponentes tutsis.
Pero también numerosos hutus le encuentran demasiado indeciso, le han vuelto la espalda y han preferido el mando de los jefes rebeldes, cuyos ataques, a veces terriblemente sangrientos, han encendido la mecha del fuego actual.
Después de una serie de matanzas masivas, tanto entre los hutus como entre los tutsis, la ejecución de 300 desplazados tutsis atribuida a rebeldes hutus el sábado pasado en Bugendana (centro del país) dio el golpe de gracia a una presidencia de alto riesgo.
El martes, en el funeral por las víctimas, la masa lanzó piedras contra el presidente, que tuvo que apresurarse a salir, en su helicóptero. Muchos le habían aconsejado que no viajase a Bugendana, pero él creyó que los funerales permitirían la reconciliación de su pueblo en el dolor. A su llegada a Bujumbura, los rumores de golpe de Estado eran tan firmes que el presidente y su esposa se fueron a dormir a la residencia del embajador de EE.UU.
El primer presidente hutu, Melchior Ndadaye, compañero del actual y elegido presidente cuatro meses antes, fue asesinado por militares golpistas. La primera esposa de Ntibantunganya fue también asesinada por los militares.
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