Francia fracasa en su intento de reducir las ayudas comunitarias a los países que incumplan el déficit
Francia ha perdido la gran batalla. La propuesta del ministro de Economía, Jean Arthuis, de "condicionar" -reducir- la entrega de los fondos estructurales comunitarios a los países excluidos del euro que incumplan los objetivos de déficit fijados en sus propios programas de convergencia ha fracasado con estrépito. También se ha caído el otro castigo que proponía: pagar las ayudas estructurales a los Estados que devalúen en su moneda devaluada y no en ecus-euros. La Comisión rechaza ambas medidas en un doumento que ha recibido el apoyo del comisario francés, Yves-Thibault de Silguy.
El documento -una comunicación al Consejo de ministros, a la que ha tenido acceso EL PAÍS- se aprobará formalmente el próximo martes. Pero ya ha recibido el visto bueno de los gabinetes más influyentes. Va firmada por el propio presidente de la Comisión, Jacques Santer, y por los comisarios Monika Wulf-Mathies (Política Regional); Pádraig Flynn (Asuntos Sociales); Franz Fischler (Agricultura); Emina Bonino (Pesca), Erkki Liikanen (Presupuesto) e Yves-Thibault de Silguy (Asuntos Monetarios).La firma de De Silguy es definitiva, puesto que fue a iniciativa suya, y de Santer, que la Comisión se embarcó a estudiar esas medidas propuestas por Arthuis en el Ecofin de Verona al que asistieron ambos comisarios. "Ya no trabajamos sobre la hipótesis de condicionar las ayudas estructurales y, ahora que impulsamos la moneda única, se ría contradictorio pagar los fondos en monedas nacionales: no tengo discrepancias con WuIf-Mathies", aseguró De Silguy a este periódico.Eso sí, el comisario francés considera que hay que reforzar la política de rigor de los países excluidos del euro (los out), "pero por otras vías, como la conversión de sus programas de convergencia en unos contratos de convergencia más rigurosos, con medidas autorectificativas", es decir, compromisos de adoptar determinadas actuaciones si se desvían de los objetivos pactados.
La tesis francesa queda arrinconada. La comunicación, Refuerzo de la convergencia en la tercera fase de la unión monetaria, incluye todas las tesis enarboladas por Wulf-MathIes Flynn y Fischier para combatir la "condicionalidad" incluidas en el documento Condicionalidad y fondos estructurales. Los tres se oponían, tanto porque el cambio exigiría una unanimidad imposible, pues España -entre otros países afectados- la vetaría, como porrazones de fondo. Éstas son:
Por sus fines: los fondos estructurales "tienen ante todo una vocación de desarrollo a medio y largo plazo", reducir el desfase entre las regiones pobres y las ricas, es decir, la convergencia real. Generalizar la condicionalidad existente en uno de los fondos, el de cohesión (que supone sólo el 10% de todos ellos) sería incoherente, porque éste se estableció para ayudar a la convergencia nominal, es decir, a que los países débiles atrapen a los fuertes en el camino a la moneda única.
Por su impacto: condicionar los fondos estructurales a la convergencia nominal, provocaría que los Estados pobres fuesen aún más castigados, con el "abandono de programas previstos" o el "aumento de sus cargas" o las de sus regiones afectadas.
Por sus afectados: mientras el fondo de cohesión se atribuye a los Estados, el resto se destina directamente a las regiones (pobres, o rurales, o en declive industrial), con lo que éstas se verían perjudicadas "por razones a las que son amplia o totalmente ajenas".
Por injusto: si la limitación se aplicase sólo a las regiones de objetivo 1 (con un PIB per cápita inferior al 75% del promedio comunitario), quedarían salvados algunos de los países "más prósperos -Dinamarca, Luxemburgo, Suecia y Finlandia"- y los perjudicados serían "potencialmente los más afectados".El nuevo y definitivo documento añade al anterior el rechazo de la otra sanción: el pago de las ayudas estructurales en moneda nacional a los países que devalúen, porque "la utilización del ecu forma parte del acervo comunitario".
Es cierto que los países que devalúen su moneda recibirán por la misma cantidad de ecus, más dinero nacional. Pero, añade el documento, "sancionar las depreciaciones reales sin reparar en sus causas supone el riesgo de penalizar a, países que han estabilizado su economía".Eso es así porque la depreciación puede provenir no sólo de una pecaminosa "falta de rigor de la política económica", sino también de un virtuoso descenso relativo de los precios a los costes o de una especulación de la que el Gobierno no es culpable. Ejemplos: Irlanda redujo en un 32% su tasa efectiva de cambio real en el 'sector manufacturero desde 1987, por lo que "no hay que penalizar" estos avances; Italia recuperó once de los doce puntos adicionales perdidos tras su última devaluación. Además, el pago en moneda depreciada disuadiría a los países out, dice el texto, de devaluar, "incluso si esa devaluación se justificase por la evolución de sus parámetros fundamentales y fuese de interés para los miembros de la Unión".
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