Cogida muy grave de Alcalareño
Puerto / Muñoz, Puerto, CanalesToros de Puerto de San Lorenzo, terciados, encastados, varios bravos, nobles. 1º, 5º y 6º excelentes. Emilio Muñoz: dos pinchazos y bajonazo infamante que asoma y provoca escandaloso vómito (pitos); cuatro pinchazos bajos -aviso-, pinchazo bajo y estocada corta atravesada caída (silencio). Victor Puerto: aviso antes de matar, pinchazo a toro arrancado y bajonazo descarado atravesado (palmas y también protestas cuando saluda); estocada baja y rueda vertiginosa de peones (oreja). Canales Rivera, que tomó la alternativa: pinchazo -aviso-, estocada caída y descabello (ovación y salida al tercio); media estocada caída perdiendo la muleta, tres pinchazos y estocada (vuelta).
Enfermería: el peón Alcalareño, cogido muy grave por el 2º.
Plaza de Valencia, 20 de julio. 1º corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Alcalareño perdió el equilibrio al salir de un par de banderillas, se le arrancó el toro y se cebó con él. Fue tremendo. Caído el peón junto al estribo, allí le tiró el toro cuantos derrotes le incitaba su furia desatada, caló un par de ellos y pudo verse al torero suspendido en el aire, boca abajo, con el asta hundida en un muslo. El sentido de conservación hizo que Alcalareño se incorporara para escapar de aquel infierno y aún pudo ser peor pues al verle moverse, el toro aún le tiró otro viaje escalofriante al cuello. Hubo aquí suerte y el guadañazo letal se perdió en el vacío.
Pudo Alcalareño tomar el callejón mientras el revuelo de capotes lograba el quite que habían estado intentando desesperadamente las cuadrillas durante aquellos instantes dramáticos. Todo capotazo, todo grito, todo conato de coleo, resultaban inútiles para distraer al toro de casta agresiva encelado en su presa.
La casta del toro. Casta que conlleva peligro; así es el toro bravo y de ahí se deduce la emoción y el enorme mérito de los toreros que hubo siempre en esta fiesta secular. El toro tiene casta o no hay tal fiesta, no es necesaria la lidia, el toreo, resulta ser un devaluado ejercicio. Por raro acaso en la temporada, la corrida de Puerto de San Lorenzo sacó casta. Y ya todo tuvo emoción. Ya la lidia era necesaria. Ya los toreros se empleaban en el meritorio ejercicio del toreo.
Los modos de la neotauromaquia no valían para aquellos toros. El que se ponía a pegar pases sueltos, no digamos si además se descuidaba, estaba perdido. Emilio Muñoz se descuidó en el cuarto de la tarde y el toro se le arrancó con tanta sana que de poco le coge. El sexto arrolló a Canales Rivera al rematar los lances de recibo recogiendo el capote en una de media verónica pinturerilla y de poco paga caro el menosprecio a la bravura del toro.
Víctor Puerto entendió por dónde iba el peligro y en el segundo no paró de moverse. De corta embestida el toro, le estuvo tirando pases por todo el redondel sin fiarse un pelo. A la excelencia del quinto, en cambio, correpondió aplicándole una faena reposada en los redondos y naturales, templada también, aunque al rematarlos perdía terreno y de esta manera no ligó apenas ninguno.
Bueno, el amable público valenciano no tuvo en cuenta semejantes minucias y se dedicó a lo que de verdad le gusta, que es aplaudir y dar orejas. El público valenciano aplaudía hasta los pinchazos horrendos de Emilio Muñoz, se supone que con el sano propósito de anular ese dato negativo y dejar en positivo los motivos para darle una oreja.
No hubo oreja de todos modos. Emilio Muñoz, que no se confió con su encastado primer toro, tardó en comprobar la boyantía del cuarto y le sacó una faena con abundancia de pases crispados y sólo algunos redondos y naturales de buen trazo. A este toro lo mató mal y al otro lo reventó.
Canales Rivera hizo honor a la solemnidad de su alternativa derrochando serenidad y valor. Quizá la verdadera valentía sea precisamente eso: afrontar el riesgo sin aspavientos. Y así estuvo Canales Rivera, que recibió a sus toros con largas cambiadas y les hizo sendas faenas ceñidas, tesoneras, acaso excesivamente largas y no certeras con la espada, lo que le impidió triunfar. El toro de casta otra vez. Al toro de casta no hay que torearlo largo sino hondo: he aquí el detalle.
Cornada profunda
José García Alcalareño hijo fue intervenido durante hora y media por el doctor José María Aragón y su equipo de dos heridas en la cara posterior del muslo izquierdo: una, de 10 centímetros, que contusiona la femoral; otra profunda hasta desecar el fémur, de tres trayectorias, que afectan a los músculos isquiotibiales, abductor mayor y hueso fémur en unos 20 centímetros. Posteriormente se le internó en la clínica La Salud.
Babelia
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