Una película que siempre se ve por primera vez
Lo convenido en las jergas del comercio de películas dice que volver a ver ahora Dersu Uzala en el modo y lugar que, merece (sala, pantalla grande, copia nueva, programación cotidiana) no es un estreno sino una reposición. Es cierto, pero también es justo considerar falsaria esa certeza . Una película tan conmovedora, bella y honda que -acompañada por Los siete samurais en su versión completa y escenas secuenciales de otras- hace girar alrededor de ella y configura y jerarquiza, la vasta obra de uno de los gigantes del cine moderno, Akira Kurosawa, es siempre un estreno, porque aunque se haya visto decenas de veces siempre se ve por primera vez.Ayer pude ver por enésima
primera vez Dersu Uzala. Sobrevive intacta a dos décadas devastadoras para el cine. El tiempo no ha erosionado su in mensa delicadeza. La lija de los años no ha levantado asperezas en la apasionada elegancia de este canto a la amistad y al es fuerzo; al sueño de que vivir y convivir prevalezcan sobre el envejecimiento- y el desgaste. Reconforta ver por enésima primera, vez, en medio de la peste de lo primero que el cine de hoy padece, la persistencia de este frágil y hermoso encaje de imágenes de piedra y seda. Hay en esta obra de arte encadenamientos secuenciales que pueden saciar la sed de refinamiento del espectador más necesitado de él. No son fáciles de percibir, pues desde la butaca uno tiende- a dejarse llevar por la contagiosa emoción de lo que la pantalla relata y no adentra la mirada en los cambios de ritmo y las combinaciones de encuadres para indagar cómo han sido elaborados. Estas secuencias merecen hoy verse con lupa, pues son un inmejorable reclamo para quien quiera adiestrar los ojos en la captura de lo que permanece del cine clásico, e incluso del fundacional, en el moderno.
Dersu Uzala
Dirección: Akira Kurosawa. Guión: Nagirin y Kurosawa, basado en eldiario de trabajo del agrimensor V. K.arabievich. Fotografia: Nakai, Gantoman y Dobronrabov. Música. Schwartz. Montaje: Kurosawa. Rusia, 1975. Intérpretes: Maxime Munzuk, Yun Solomin. Madrid: cines Acteón, Roxy B y Renoir (V.O.)
Rememoremos uno de esos prodigios secuenciales, el que narra un súbito crepúsculo en la taiga siberiana, que coge desprevenidos a Dersu y al agrimensor y les deja- envueltos en la noche polar, en la muerte. La captura por la cámara de Kurosawa de la frenética construcción por ambos de un cobijo de cañizos bajo el que guarecerse abrazados desnudos para darse mutuamente calor hasta el retorno del sol, es uno de los más hermosos ejercicios de montaje de la, historia del cine. Pero apenas si se percibe, pues transcurre sin crear en los ojos ritmo y rima. de saltos, ya que está compuesto con lógica -de plano-secuencia y da sensación de punto de vista, o de encuadre, único, a lo que, por el contrario, es una ordenación de docenas de ellos. Welles y Eisenstein hicieron juegos de montaje mucho más aparatosos y espectaculares, pero no más complejos, e incluso me atrevo a decir que éste, por su transparencia, sutileza y comedimiento, llega más lejos que los de aquellos indiscutildos maestros del encadenamiento. Es la perfección.
Los consumidores pasivos de cine arguyen para no ver una. película: "Ya la he visto". Ante Dersu Uzala, ante todo cine no perecedero, esa respuesta es una trivialidad. ¿Hay que dejar de oír las Variaciones Goldberg de Bach o una jam session de Charlie Parker o una siguiriya de Camarón porque ya se hayan oído? ¿Hay que pasar de largo sin mirar el rincón de Villanueva en el Prado de Madrid porque ya se haya mirado? Una verdadera gran película nunca "está ya vista". Y Dersu Uzala sigue sin verse. Tiene fondo, probablemente, pero no está por ahora al alcance de la retina.
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