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LOS ARQUITECTOS Y LA CIUDAD

Pancartas, silbatos y firmas

"Esto es una estafa. He hecho 14.000 kilómetros y he pagado 50.000 pesetas sólo para quedarme en la calle". Sentado en la acera de La Rambla, un arquitecto chileno esperaba frente al teatro Poliorama una explicación "coherente" de los organizadores. Había llegado a las ocho de la mañana para asistir al debate central, que empezaba a las nueve. Pero al Poliorama sólo pudieron entrar los más previsores. Los que a las seis ya aguardaban en ordenada fila india. 'Los que estamos aquí desde las ocho no hemos podido entrar", aseveraba Gerard Camps. Frente a él, el conferenciante mexicano Ricardo Alonso no acababa de dar crédito a sus ojos: "Es alucinante. No me lo puedo creer". Beatriz, una estudiante brasileña, se quejaba: "Ahora nadie de la UIA da la cara. Somos más de 8.000 estafados". A medida que transcurría la mañana, la protesta se hacía cada vez más airada y generalizada. Las proclamas contra la UIA se sucedían en tre los ensordecedores pitidos de los congresistas. El arquitecto Arturo Bertrán se quejaba de que los los oganizadores no hubiesen previsto la falta de aforo. "Sabían que con espacios tan reducidos, esto podría suceder. Somos 10.000 congresistas y nos meten en un teatro de sólo 600 plazas", afirmaba.Varios congresistas repartían entre los concentrados centenares de silbatos. Las pancartas, asimismo, no tardaron en aparecer. Se podía leer: "Arquitectos estafados", "todos a la calle: Congreso callejero", "UIA: ladrones" y "UIA: incompetencia absoluta". Otros empezaban a recoger firmas entre los concentrados con el objetivo de presionar a la dirección del congreso. "Si no nos dan una solución convincente y rápida, pensamos denunciarlos", espetaba la arquitecta paraguaya Adriana González. En menos de dos horas recogieron más de 2.000 firmas.

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Marc Bertran, un estudiante de arquitectura que había podido asistir a las conferencias del Romea, aseguraba que los arquitectos habían fallado en algo con lo que trabajan siempre: "¡El espacio!". Junto a él, un congresista británico afirmaba: "O todos o nadie. No es lógico que sólo unos pocos puedan asistir a los debates y, el resto nos quedemos en la calle". "Lo que menos importa es que se repitan las sesiones. Lo triste es que la imagen de Barcelona ha quedado por los suelos", comentaba un joven estudiante.

Uno de los más sorprendidos, y que asistía impávido a este "triste" espectáculo, era el arquitecto inglés Norman Foster. "Sé que se están buscando soluciones. Pero yo sólo soy un invitado y no hablaré de la organización", explicaba, bolígrafo en ristre, mientras firmaba autógrafos.

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