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La restauración sin control de catedrales causa graves daños, según los expertos

Javier Sampedro

El Instituto de Restauración de Bienes Culturales le ha dado la vuelta a la voz de alarma: el verdadero peligro para las catedrales españolas no es el abandono, sino el exceso de celo. Presionadas por una opinión pública sedienta de acciones de emergencia, las comunidades autónomas y las autoridades eclesiásticas se han lanzado a restaurar sus conjuntos catedralicios antes de disponer de estudios concienzudos sobre sus verdaderas necesidades, provocando daños "en muchos casos irreversibles", según los técnicos. Mientras el Plan Nacional de Catedrales sigue durmiendo el sueño de los justos, las necesidades no son tanto de inversión como de reflexión.Félix Benito, arquitecto del instituto y uno de los artífices del Plan Nacional de Catedrales, expuso ayer algunos ejemplos "sangrantes" de intervenciones innecesarias y perjudiciales. "A la catedral de Santo Domingo de la Calzada no le pasaba nada, y eso se ve que no podía ser", ironizó. El cabildo decidió trasladar a un museo su magnífico retablo del siglo XVI para dejar al descubierto la cabecera románica subyacente. "Pero las superposiciones siempre existen, y hay que respetarlas", señala Benito. "¿O es que la historia sólo vale hasta el siglo XIV?"

En la catedral de Burgos, lo único urgente era reforzar las agujas, pero una campaña alarmista sobre su presunta ruina, iniciada hace dos años, ha provocado un aluvión de intervenciones "irreflexivas y descoordinadas", según Benito y otros expertos del instituto, dependiente del Ministerio de Educación y Cultura, como Nieves Valentín, José Vicente Navarro y Concha Cirujano, que han intervenido esta semana en un seminario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander.

En opinión de estos expertos, las catedrales ni se están cayendo ni se deben restaurar, salvo en casos extremos muy concretos. Tampoco necesitan grandes recursos económicos. "Lo que requieren es labores continuas de mantenimiento, como reponer tejas y desatrancar canalones, que deberían correr a cargo de los cabildos", señala Benito, "y un estudio técnico lento y cuidadoso que determine cómo coordinar las intervenciones".

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