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La Liga de la desunión y la desconfianza histórica

Fundada en 1945 por Egipto, Arabia Saudí, Líbano, Jordania, Siria, Irak y Yemen, la Liga Arabe se encuentra minada desde el mismísimo día de su creación por las profundas divergencias y la enraizada desconfianza que separa a sus miembros. Alianzas y caudillajes conviven con ofensas y odios históricos que la cumbre de El Cairo tampoco será capaz esta vez de sustituir por solidaridad y unidad. Por el contrario, los expertos señalan que todo apunta a que de esta reunión la Liga saldrá aún más dividida que antes.Jordania, Arabia Saudí y Egipto encabezan ahora el bloque moderado, pero la monarquía hachemí no olvida que la saudí le robó, con el apoyo británico, el puesto de guardián de los santos lugares de La Meca. Los wahabíes tampoco perdonan a Ammán el haber sido el principal. apoyo de Sadam Husein durante la guerra del Golfo. Egipto, a su vez, siente recelos del acercamiento de Jordania a Israel, que ha restado valor a su tradicional papel de puente entre árabes e israelíes. Y, en cuanto a Arabia Saudí, se acerca porque la necesita económicamente, pero es consciente de que alimenta el integrismo islámico en la sociedad egipcia. Por su parte, Riad ve en Egipto un país "demasiado liberal".

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El frente duro en esta cumbre está encabezado por Siria y Líbano, unidos por el Ejército sirio. Damasco ostenta el récord de suspicacias hacia sus hermanos árabes. Con la Palestina de Yasir Arafat, le enfrenta -además de dar albergue a las facciones palestinas más radicales- el reproche de haber firmado "una paz" separada con Israel en lugar de la "paz global" que defiende el régimen sirio. También ve con malos ojos el acercamiento de Marruecos, Túnez, Mauritania, Qatar y Omán a Israel e incluso pretendía utilizar esta cumbre para exigir a las monarquías del Golfo que revocasen la decisión adoptada en 1994 de acabar con el embargo económico a Israel.

Siria ha estado a punto de ser calificada durante esta cumbre como Estado "terrorista", según el acuerdo alcanzado a principios de semana por Jordania y Bahrein, que finalmente se desechó para evitar otra cumbre borrascosa como la de 1990, a raíz de la invasión kuwaití de Irak, país que, en medio de tanta unidad árabe, ni tan siquiera ha sido invitado pese a ser uno de los fundadores de la Liga. Nadie parece haberlo lamentado.

Precisamente la guerra del Golfo abrió unas heridas que siguen sin cicatrizar. Kuwait no quiere ni oír hablar de Sudán ni de Yemen, aunque parece que utilizará esta reunión, la primera desde aquella de 1990, para reconciliarse con Jordania. Sudán y Egipto sacaron a relucir conflictos fronterizos y la tensión llegó hasta acusar a Jartum de un intento de asesinato del presidente Hosni Mubarak. El primer contacto de alto nivel entre ambos países desde entonces se produce ahora, pero las expectativas de distensión son escasas.

Fruto también de la guerra del Golfo son los litigios territoriales entre Arabia Saudí y Yemen e incluso la disputa por unos islotes minúsculos, aunque ricos en petróleo y gas, entre Qatar y Bahrein.

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La cuestión del Sáhara Occidental sigue enfrentando a Marruecos y Argelia y sólo Libia parece haber obtenido el apoyo unánime del mundo árabe ante la decisión de Estados Unidos y el Reino Unido de imponerle un embargo internacional por el caso Lockerbie, pero Muammar el Gadafi, su Revolución Verde y sus excentricidades gozan de escasas simpatías en la Liga Árabe.

Es triste admitirlo, pero no se puede describir de otra forma. Nadie se entiende con nadie. Esta es la única realidad del mundo árabe, afirma el ex ministro de Exteriores jordano Kamal Abu Jaber.

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