La feria de arte de Basilea plantea una revisión histórica de las vanguardias
España participa con 15 galerías entre las 250 de 21 países
Basilea se convierte, en el mes de junio, desde hace a 27 años, en una cita inexcusable para el mercado artístico internacional. La feria del arte por excelencia -Art 27' 96, en su edición actual- reúne hasta hoy las propuestas de 250 galerías de 21 países, en una selección con los más prestigiosos profesionales del sector. Cuenta, a su vez, con secciones específicas dedicadas al vídeo, la obra gráfica, las publicaciones especializadas y la fotografía, esta última de un nivel notable. Dominan las galerías que proponen una revisión de las vanguardias.
Este año, además, se han sumado, con carácter de periódicos oficiales de la feria, cinco rotativos -Frankfurter Allgemeine, International Herald Tribune, Basler Zeitung, Neue Zürcher, Zeitung y EL PAÍS- que acercan puntualmente, cada mañana, su edición diaria a los participantes del certamen.Art 27'96 hace, en todo caso, en esta edición justicia al sólido prestigio de la feria suiza, en cuanto al muy alto nivel de calidad habitual de su oferta, tanto en lo relativo a grandes nombres de las sucesivas vanguardias históricas como a la capacidad de reflejar las actitudes y tendencias más recientes del contexto creativo. De mención obligada en nuestro caso es, desde luego, la amplia participación española, con 15 galerías en la feria, un número que la sitúa en séptimo lugar con relación a los demás países representados, a un nivel equivalente a los de Gran Bretaña o Italia, y tan sólo distanciada con respecto a Alemania, Francia, Estados Unidos o la propia Suiza, los auténticos pesos pesados de la feria.
Forman esa participación española firmas como Polígrafa y Ediciones T, ambas en el apartado de gráfica, o Helgar de Alvear y Toni Estrany, éstos con sendos stands monográficos dedicados, respectivarnente, a Mitsuo Miura y Pep Agut. En Trayecto destaca una pieza de Javier Tudela y en Tomás March un notable Curro González.
Laberinto
En cualquier caso, la oferta de nuestros compatriotas se equipara plenamente al tono general de la feria. Destacables son, desde luego, por su rigor, los conjuntos planteados por los galeristas Joan Prats, Miguel Marcos y Juana de Aizpuru; y de igual modo los de Oliva Arauna (en especial por su Jaar, y los Brun, Barclay y Alvar González), Soledad Lorenzo (por los Uslé y Sicilia) y Luis Adelantado (por el Noguero, el Sinaga y un excepcional Carmen Calvo). Incluyendo ya figuras de significación más histórica, se sitúan, por último, los stands de Jorge Mara (con sus interesantes Edmonson y dos conjuntos significativos de Tobey y Torres García), Gamarra (con sus Villalba y un impactante Arroyo) y la espectacular selección de Elvira González (en la que merecen mención aparte los Flavin, LeWitt, Noland y, por encima de todo, un Rothko).
No resulta fácil, desde luego, trazar un balance general de esta edición de la feria, ni destacar en su perfil algunas líneas generales. Fruto, lógicamente, de voluntades y estrategias muy dispares, que abarcan además la totalidad del arte del siglo, un certamen de esta naturaleza es, antes que nada, un laberinto aleatorio y ése es, en definitiva, su atractivo. Cada visitante se topará ahí, según su gusto, con sus propios tesoros. Hay, sí, ciertas inercias recurrentes, con una frecuencia mayor de nombres como Warhol, Judd o Dubuffet. También basada en una inclinación propia de ese contexto centroeuropeo en que se enmarca la propia sede de la feria, tienden a ser más numerosas las galerías especializadas en la revisión histórica o la evolución actual de tendencias constructivas u objetivas.
En todo caso, por dar una visión de la riqueza y diversidad de la oferta de este año, destacaré, a título de ejemplo, algunos de los stands o piezas puntuales que más me han impactado en su recorrido. Debo señalar, así, el contundente stand de Beyeler que comparten los retratos de Warhol y los desnudos de Lichtenstein. De este último hay unos interesantes "paisajes zen" en Lawrence Rubin y, del primero telas históricas comparten con Relieves del Barceló reciente el espacio de Bischofberger.
De visita obligada son, desde luego, algunos de los Lahreris de Brusberg, un Campigli, un bronce de Martini y un exquisito Morandi, un Gian Ferrari, los cuatro Cornell de Locks, los móviles y joyas de Calder en Laura Carpenter, un delicado conjunto de pequeños formatos de Katz, en Peter Blum, la Piscina azul de Judd, que presenta Annemarie Verna, los Boltanski de Yvon Lambert, el Guston de McKee, el Ernst de D'Ascanio, el extraño desnudo de Tápies y la Estela de la casa del poeta de Chillida en Lelong, el Morris Louis y el Hockney abstracto de André Emmerich, el estupendo Ismael de la Serna que centra el stand de Stolz, la Vanitas de Braque y varios de Picasso, en Ammann. De este último hay piezas a reseñar en espacios, entre otros, como los de Thomas, Landau o Richard Gray, aquí junto a un Léger, un interesante collage de Miró del 36 y una excepcional composición de Mondrian de 1928.
La estrella
Pero, fuera de toda duda, la auténtica estrella de esta Art 27'96 está constituida por la triple propuesta del gran stand que comparten las galerías Jean Krugier y Ditesthein. Bajo el título de La metamorfosis de lo real, destacan, junto a un soberbio Bodegón con cráneo de Picasso, obras de Miró, Bacon, Vuillard, Bonnard o Vallotton. Sigue, junto a un contundente trío de pinturas de Klee, un soberbio apartado monográfico dedicado a Torres García. Pero es, ante todo, la emocionante miniexposición que lleva por nombre Presencia de Ingres. De Ingres a Balthus la que valdría, casi por sí sola, la visita a la feria, reuniendo, en torno a la idea de primacía del dibujo, numerosos ejemplos del propio Ingres, junto a Degas, Gauguin, Seurat, el Picasso clasicista o, incluso, un pequeño paisaje de Beccafumi.
Junto a los consagrados, el conflicto ha surgido con el anuncio de una exposición alternativa de 35 jóvenes, cuyos organizadores no pudieron entrar en el recinto de la feria.
Babelia
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