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Un millar de obras espoliadas por los nazis esperan a sus dueños en los museos franceses

La complicada historia oculta de los cuadros secuestrados durante la ocupación

Héctor Feliciano es periodista, nacido en Puerto Rico, y colabora a menudo en The New York Times, Los Angeles Times y The Washington Post. Acaba de publicar Le musée disparu (El museo desaparecido), que no es el título de una nueva aventura de Tintín, sino una "encuesta sobre el pillaje de obras de arte por parte de los nazis". Feliciano llega a la conclusión de que un millar de obras de gran valor artístico recuperadas esperan, en manos de los Museos Nacionales de Francia, que sus legítimos dueños se manifiesten y reclamen su propiedad.

En 1940, cuando los ejércitos alemanes desfilan por los Campos Elíseos, París es el principal mercado mundial de arte, los grandes marchantes viven aún en la capital francesa y no en Nueva York. Las tropas de Hitler llegan, pues, a un almacén bien surtido. Los grandes coleccionistas se llaman Rosenberg, David-Weill o Rotschild. No hay misterio: son de origen judío y, por consiguiente, parecen condenados a perderlo, todo, cuadros y vida."Un tercio de las obras de arte que estaban en manos privadas fue a parar a manos alemanas. En unos casos se confiscaron bienes, como en el de los Rotschild, en nombre de las leyes de Vichy; en otros se compraron en subastas o a través de marchantes obras, que por múltiples razones, seguían afluyendo al mercado; por último, hubo las que se robaron a partir del llamado derecho de conquista. Francia fue el país de Europa occidental más expoliado por los nazis. Unas 100.000 obras tomaron camino hacia Alemania. Al acabar la guerra se recuperaron unas 60.000, 45.000 de las cuales reencontraron sus propietarios o los herederos de los derechos. El resto se convirtió en MNR (Musées Nationaux Récupération)".

Con su libro, Feliciano ha puesto el dedo en varias llagas. Primero porque retrata un país en el que hay ciudadanos que sacan provecho económico de la desgracia de otros. Muchos marchantes célebres compraron a bajo precio obras a personas de, origen judío o perseguidas por otras razones y luego las revendieron a los ocupantes a precios de mercado. En 1943, los aliados decretaron que, puesto que el comercio realizado durante la Ocupación no se producía en circunstancias de plena libertad, todos los actos comerciales pasaban a ser nulos. "De ahí que un antiguo propietario de dos rembrand, vendidos a Hitler por 60 millones de francos de entonces, pretendiese recuperarlos en 1945. En su caso, nadie le había forzado a vender y el precio era más que justo. El asunto se acabó con una donación forzosa al Louvre".

El segundo aspecto conflictivo del libro tiene que ver con la propia historia del arte: cómo Nueva York le robó la capitalidad cultural a París, en parte gracias a la guerra. Feliciano demuestra que "la invasión alemana supuso una importante alza de precios de la pintura flamenca del XVII o XVIII, de todo el arte que podía ser considerado ario o germano, de la pintura francesa de hasta la primera mitad del XIX, y la conversión del arte moderno en arte degenerado, que valía, sin embargo, para ser objeto de trueque". Francia quedé, cortada de su clientek anglosajona y muchos artistas optaron por exiliarse.

Pillaje

Tercero, el propio Estado francés, el de Vichy claro, vuelve aparecer como un títere en manos de los nazis, y sus servidores como colaboradores de asesinos. Alguno de los personajes más turbios, como Darquier de Pellepoix, comisario general para Asuntos Judíos, dirigió la confiscación y pillaje de bienes de ciudadanos que él mismo hizo desaparecer.Un cuarto aspecto del que habla Feliciano y que irrita a los franceses es el de la escasa eficacia de las autoridades francesas para resolver la situación de los MNR. "No puedo decir que haya negligencia o mala intención, tan solo constato que con un simple teléfono y en el plazo de una hora, he podido reconstruir la peripecia. de un cuadro que para la Direction des Musées de France (DMF) es desconocida".

En Francia el derecho a la propiedad de los herederos se prolonga durante ocho generaciones. La DMF se interesó por esta cuestión en su momento, quería saber "del Ministerio de Justicia si las MNR iban a engrosar el patrimonio nacional. La respuesta no dejó lugar a dudas y Jacques Sallois, entonces director de la DMF, insistió para que se acabara un catálogo o inventario que, oficialmente, había comenzado a elaborarse en 1949. Aún no está terminado". Francoise Cachin, sucesora de Sallois, ha prometido que, a partir de este mes de julio, las fichas de las obras MNR, acompañadas de la foto correspondiente, podrán consultarse por Internet y que en octubre se celebrará en París un coloquio ínternacional sobre la cuestión. Es un contraataque para restablecer la imagen de honestidad de la Administración.

Los otros países también se beneficiaron del expolio nazi, a partir de ciudadanos individuales amparados en la neutralidad oficial, como es el caso de Suiza y de marchantes como Albert Skyra, o a partir de una gran capacidad para -hacer la vista gorda, como el de España, que acoge un convoy de ferrocarril del agente nazi Paul Lindpainter, que cruza la frontera de Irún "transportando muebles por valor de 2.770.000 francos y cuadros por 1.800.000".

El caso de España

Este pasado que en Francia se niega a ser enterrado también puede crearles problemas a los museos españoles. "El Reina Sofia adquirió en Sotheby's, en 1988, una obra de André Masson titulada La famille en état de Métamorphose. En el catálogo de la sala de subastas sólo decía que el cuadro había sido firmado, titulado y datado en 1929 y luego daba como primera referencia su exposición en Berlín, en 1985. Ese gran óleo estaba en el domicilio de Pierre David-Weill hasta 1940, año en que fue saqueado. Ahora sus herederos están estudiando cómo presentar una reclamación al Reina Sofía, que habría, pues, comprado una obra robada". Sin embargo, en el museo español aseguran que la obra fue adquirida a un particular, no en una subasta, por lo que consideran que la reclamación es improcedente.

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