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Confidencias a un cisne

Mi querido polluelo: bien venido al mundo. Llegaste hace sólo dos semanas, y eso significa que eres muy joven. También yo, nada más nacer, me sentí algo tristón y desconcertado, de manera que no creo exagerar si afirmo estar al tanto de tus cuitas. En primer lugar: ¿cómo andáis de alergias los palmípedos? Confío en que éste no sea uno de vuestros puntos flacos, ya que la ciudad se encuentra ahora mismo tomada por el polen. Al respecto, el Servicio de Epidemiología de la Comunidad de Madrid ha observado durante los últimos días un importante brote de asma, lo que pongo en tu conocimiento por si te fuera de utilidad. Tu señora madre, en cualquier caso, sabrá aconsejarte con más celo; y no sólo en este asunto, sino también en otros de capital importancia, como por ejemplo el frío. Indudablemente, has nacido en buen momento: mayo, un mes templado, luminoso y muy agradable al tacto. Pero no te fíes: aquí se pela uno en invierno; y más si se vive desnudo. Vigila pues tus plumas y no olvides cepillártelas con esmero, puesto que en el futuro te servirán para resistir.Pese a las apariencias, el Manzanares no es un mal río para nacer. Aún conserva rincones ocultos que ya quisiera para sí el Misisipí de Mark Twain. Se encuentra en baja forma, cierto, pero eso no es culpa suya, sino de la ciudad que creció a su lado, y más en particular, de las personas que la habitan. Como ocurre en todas las aglomeraciones humanas, Madrid es un sitio difícil para los animales. Hablemos claro: por aquí se os considera ciudadanos de tercera. Esto quiere decir que no siempre se os tratará con cariño y que perfectamente podéis acabar en un laboratorio, cocinados a la cazuela, apaleados, conminados a vigilar garajes e incluso devorados por el marketing y la publicidad. Sin ir más lejos, ahí tenemos el caso del caballo Madrid, adquirido con el objeto de promover nuestra ciudad en los Juegos Olímpicos de Atlanta y al que vienen criticando sin piedad por haber caído enfermo. Noventa y siete millones al garete. Resulta que tiene inflamado un hueso de la mano y también una lesión de ligamento, por lo que no va a poder cumplir la misión que le encomendaron. En vista de ello, le acusan de ser un fraude y se refieren a él como un "burro disfrazado". Por suerte, los caballos no son seres picajosos, sino más bien nobles y distinguidos, y ni se enteran de las ofensas humanas, lo cual dice mucho en su favor.

Es difícil asimilarlo, lo sé, pero debes hacerte a la idea de que los bípedos no somos animales al uso. Sabemos dominar, fingir, medrar y sobre todo, cuando nos conviene, mirar hacia otro lado. En eso no tenemos parangón. Un ejemplo: Madrid es una de las ciudades con menos pintores por metro cuadrado del mundo. Cuestión de tradición. Así todo, a principios de mayo, por sorpresa, aparecieron los municipales, al mando del brigadier Sigfrido Herráez, y los desalojaron sin compasión. Ocurrió en el Retiro (un parque donde viven algunos congéneres tuyos) y nadie ha movido un dedo por ellos. A ojos de un recién llegado, se diría, pues, que los pintores son gente pendenciera o incómoda para el resto de la población. Sin embargo, nada de eso: son humanos silenciosos y de poco escandalizar. Y en consecuencia, te preguntarás qué demonios puede significar ser un brigadier, si bien te asuste sólo imaginarlo. Tienes razón: son la leche. Tipos importantes, llamados concejales, con recursos y en muchos casos peligrosos. Humanos, sí, pero en automático: digieren información, la rumian y luego la defecan en forma de ficha perforada. Y por cierto que sus designios no pueden ser desoídos, a menos, claro está, que se quiera morder el polvo.

Por cierto que saliste cojonudo en la foto de Uly Martín (domingo 2 de junio de 1996). Bien guapo y simpático. Aparecían también un par de hermanos tuyos, todavía en forma de huevo, unos junquitos, zona pajiza y tu madre, orgullosa de su prole. Buen rollo. Dicen por ahí que eres el primer cisne que nace en este río: pero sea o no cierto, tú asume el cargo. Pórtate bien, no salgas solo por la noche y sobre todo haz caso a tu madre, que, considerando cómo y dónde te ha dado vida, debe saber lo que se hace. Siempre tuyo.

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