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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Difícil adiós a la mili

ESPAÑA CONTARÁ a comienzos de la próxima década con unos Ejércitos plenamente profesionales. Se cumplirá así un objetivo reclamado por amplios sectores sociales desde hace años. En el breve camino que aún resta para alcanzar esa meta, el Gobierno empieza a descubrir graves dificultades, algunas de ellas derivadas de que los partidos políticos y el propio Ejecutivo no previeron ni calcularon las consecuencias que tendría el simple anuncio de la supresión de la mili sin un proyecto de transición adecuado. Todas esas dificultades han de ser superadas con responsabilidad, precisamente para no entorpecer este cambio social histórico.Hace ya más de una década, el debate político sobre la estructura de los Ejércitos se ciñó a la opción entre un Ejército mixto -que incluía una reducción de la mili y un aumento de soldados profesionales- y un Ejército profesional. Las encuestas mostraban ya entonces una decidida inclinación de los ciudadanos por el Ejército profesional. Razones fundamentalmente económicas llevaron al Gobierno socialista a optar por el Ejército mixto.

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Desde las elecciones de 1989 ha sido una cuestión siempre presente en las campañas. También en la última, en la que se convirtió de hecho en una carrera de rebajas. El PSOE se quedó solo en su defensa del modelo mixto. PNV y CiU, sus socios en la anterior legislatura, se decantaron por la profesionalización. El PP propuso reducir la mili a seis meses, si bien no fueron pocos los dirigentes que apostaban por la profesionalización plena. Sólo así se entiende que, tras las elecciones, uno de los primeros acuerdos alcanzados entre el PP y CiU fuera la supresión de la mili.

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La reacción de los jóvenes españoles ha sido lógica. Nadie quiere hacer ya el servicio militar. La cifra de objetores no deja de crecer. Durante el primer trimestre, su número rondó los 6.000 mensuales. En abril, conocido ya el acuerdo PP-CiU, subió a 8.200, y en mayo a 9.000. El ministro de Defensa, Eduardo Serra, anunció ayer que en esta legislatura se pondrá en marcha la mili de seis meses, lo que exige un mayor número de soldados para cubrir las necesidades de los Ejércitos. Un objetivo que puede ser imposible si continúa aumentando el número de objetores.

Paralelamente, CiU, IU y PSOE piden que el tiempo de prestación sustitutoria sea idéntico al de la mili. Otro factor que aleja en los jóvenes cualquier inclinación para acudir al servicio militar obligatorio. En este clima, el periodo de trainsición entre Ejército mixto y Ejército profesional se presenta harto complejo. No es de extrañar que Serra plantee fórmulas originales para intentar salvar un modelo que necesariamente habrá de sobrevivir aún unos años para que España cumpla sus compromisos en la defensa común y mantenga un Ejército mínimamente operativo. Ayer, en el Congreso de los Diputados, Serra llegó a proponer ventajas fiscales para las familias con jóvenes en la mili. Es poco creíble que ningún joven decida ir a la mili para que su padre se ahorre unos duros.

El debate ya parece haber quedado zanjado en el sentido de abandonar la idea del servicio militar obligatorio, pero cualquier nuevo modelo tiene que cumplir unos requisitos inexcusables. Y entre ellos figura no sólo su viabilidad económica, sino también la operatividad de los Ejércitos y su credibilidad como instrumento de defensa de un Estado y una alianza que se enfrenta a un mundo en el que los riesgos proliferan. Las ofertas electorales de unos y otros pueden ser muy populares entre los jóvenes, pero el Ejército tiene que poder afrontar la tarea encomendada. Y eso requiere responsabilidad por parte de todos.

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