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Tumbas en el jardín

El golpe de mano formalmente democrático dado la pasada semana por el Grupo Parlamentario Popular de Baleares para destituir a Cristòfol Soler, elegido presidente del Gobierno en julio de 1995 colmo sustituto de Gabriel Cañellas (salpicado por el dinero negro partidista del caso Sóller), ha mostrado que su antecesor en el cargo controla hasta el vuelo de una mosca dentro la organización. Sólo 24 horas después de que Soler anunciara un reajuste del Gobierno balear, Cañellas organizó la reprobación de su gestión (votada por 20 de los 31 del PP) y la designación de Jaume Matas para ocupar su puesto. A menos que la sesión de investidura del nuevo presidente registrara deserciones entre los populares, el parlamento autonómico dará próximamente cumplimiento oficial a esa doble decisión.Aunque algunos expertos traten de encontrar una justificación monocausal a la crisis balear, las cuestiones conflictivas avanzadas para explicar la, fulminante remoción del presidente autonómico no son necesariamente excluyentes; el reconocimiento por Soler de la unidad lingüística del idioma hablado en Cataluña, Valencia y Baleares, su disconformidad respecto a políticas de ordenación del territorio heredadas del pasado, la designación de una mujer independiente para la cartera de Turismo y su gesto de anunciar un nuevo Gobierno sin consultar previamente a Cañellas han podido contribuir en mayor o menor grado a su derrocamiento. En cualquier caso, la alevosía empleada para la destitución de Soler pone de manifiesto que la política de la derecha balear ha regresado al hogar caciquil donde solía: Cañellas ocupó ininterrumpidamente la presidencia autonómica desde 1983 hasta que el caso Sóller le obligó a dimitir pocas semanas después de ganar por cuarta vez las elecciones regionales en mayo de 1995.

Por una extraña conjunción de. los astros, el mismo escándalo de financiación irregular del PP que forzó el año pasado la renuncia de Cañellas regresó por vía judicial el pasado sábado para implicarle de manera directa en el sumario. El fiscal del Tribunal Superior de Justicia a cargo del caso Sóller inculpa al ex presidente balear de prevaricación y cohecho; según las investigaciones judiciales en curso, la concesión por el Gobierno balear de una contrata de obras públicas a un viejo amigo y socio de Cañellas tuvo como contrapartida el pago de comisiones ilegales al PP. Como las desgracias nunca vienen solas, la resurrección hace diez días del caso Calviá (un soborno millonario propuesto sin éxito en 1992 a un concejal del PSOE para comprar su voto y elegir a un alcalde del PP) conducirá probablemente a que Cañellas comparezca ante el Tribunal Superior de Justicia; aunque el Supremo condenó en 1994 a tres implicados un rebotado (el ex vicepresidente del PP en Calviá) le acusa ahora ¿le inductor de los hechos.

Al igual que las viejecitas de Arsénico y encaje antiguo (una película dirigida por Frank Capra, basada en una obra teatral y protagonizada por Cary Grant y Peter Lorre) envenenaban primero y enterraban después en el jardín de su casa a sus solitarios huéspedes, los partidos suelen sepultar en los patios traseros de sus sedes los sobornos pagados a los tránsfugas de otras formaciones y las comisiones ilegales cobradas a cambio de contratas, recalificaciones y licencias. Pero siempre se corre el peligro de que un juez o un policía indiscretos descubran las tumbas y exhumen los cadáveres. Cualquier jurado humanitario aceptaría como eximente penal los sentimientos compasivos de las bondadosas ancianas dedicadas a la eutanasia activa; no sería tan fácil, en cambio, aplicar idéntica benevolencia a los representantes de los partidos que intentan justificar con argumentos filantrópicos la financiación ilegal de sus organizaciones, máquinas preparadas para resolver materialmente la vida (directamente o a través de la ocupación del Estado) de aquellos dirigentes dispuestos (al estilo de Cañellas) a patrimonializar sus poderes y sus recursos.

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