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París redescubre al pintor Adolf von Menzel

Se presenta una antológica del 'neurótico de la autenticidad'

Adolf von Menzel fue considerado en vida como el mejor pintor alemán del siglo XIX. Cuando murió, en 1905, a los 90 años, se editó un catálogo que reunía 5.720 obras, gran parte de las cuales fueron adquiridas por la Nationalgalerie de Berlín. Esa casi exclusividad explica el olvido del que ha sido objeto Menzel, un olvido que ahora el Musée d'Orsay de París -hasta el 28 de julio- y la National Gallery of Art de Washington intentan paliar con una antológica.Menzel o la neurosis de lo auténtico. La fórmula es del crítico Edmond Duranty y data de 1880. El poeta Jules Laforgue prefería hablar de "ojo rniope" para referir la extraña pasión de Menzel por el detalle, por la "captación maníaca de lo visible". Los cuadros sorprenden porque presentan una trayectoria que permite ver la coexistencia de distintos estilos con una misma ambición artística.

Por un lado el artista se siente atraído por la llamada "pintura histórica", que considera el género supremo y a la que él aporta una sutil modificación: nada de lo que capta y muestra merece un trato superior o jerarquizado. La coronación del emperador es tan digna de ser pintada como la actitud displicente del último de los invitados. Menzel rompe con una tradición que idealizaba personajes y hechos.

Otra vertiente innovadora del artista se deriva de su interés por ciertos temas, lugares y encuadres en ruptura con la idea tradicional de belleza. Patios traseros, visiones sesgadas desde una ventana, solares repletos de cascotes, talleres industriales, armaduras convertidas en chatarra humaria o muros donde penden brazos y piernas de cera son objeto de la curiosidad y la técnica de Menzel. El mismo pajar que Caspar David Friederich pintaría con una ventana abierta por la que se filtraría la luz evocadora de la divinidad, aparece en Menzel con los porticones cerrados, como si para leer correctamente la realidad hubiese que renunciar a trascender lo que es visible..

Cronista del horror

Como dibujante, Menzel se permite experimentos "impresionistas", jugando con la evolución de la luz sobre un mismo decorado. Es un cronista preciso del horror cuando dibuja los cadáveres de los soldados y oficiales muertos en la batalla de Koniggratz, un excelente retratista o un insospechado surrealista cuando reúne en un mismo papel un esqueleto, un pubis masculino y la rueda de madera de un engranaje. Ante los desastres de la guerra se pregunta "¿hay que pintar la atrocidad?". En 1850 lo hace con detalle, pero en 1870 prefiere olvidar el rostro de los prisioneros.La operación del Musée d'Orsay y de la National Gallery de Washington, que cuenta con el mecenazgo de una empresa dedicada a la energía nuclear en el terreno civil, tiene el valor de "desnacionalizar" una obra que trasciende el marco que la inspira y se sitúa, ante la perspectiva de inminentes antológicas de Burne-Jones y Bocklin, en la línea de reivindicación de la pintura del XIX, avasallada en su momento por el éxito del impresionismo y sus ismos.

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