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FIESTAS DE ARANJUEZ

El público rechaza un toro despuntado

Iban saliendo los bichitos de Gabriel Rojas, uno tras otro, todos con más orejas que pitones. Las buenas gentes del tendido comentaban por lo bajini el buen trabajo del barbero, y de ahí no pasaba la cosa. Hasta que apareció el sexto con el menguado pitón derecho completamente romo y sangrando por la punta como un mártir, y se armó el pifostio. Cómo se alborotaría el público, que el presidente no tuvo más remedio que sacar el pañuelo verde para devolver el toro. Suponemos que las astas de la corrida serán oportunamente analizadas, porque si no, ¿para qué?En vista de lo que iba saliendo de los toriles, los diestros optaron por darse un paseíto. El nuevo ídolo de los públicos feriantes, llamado Joselito, alternó los paseos con las carreritas perdiendo terreno al rematar algunos muletazos. Estuvo tranquilo y fácil con el capote en sus dos toros y con la muleta no terminó de acoplarse con su primer enemigo, que se quedaba corto y defendía su debilidad dando cabezazos. Sacó algún natural despegado y con el pico. En el quinto porfió, metió más pico y perdió terreno casi siempre, entre el tachín, tachín de la banda de música.

Algarra Romero, Joselito, Rivera

Toros de Gabriel Rojas, sin trapío ni fuerza, anovillados y de pitones sospechosos. Y inválido, 6º sobrero en sustitución de uno devuelto por afeitado. Los toros de Luis Algarra fueron rechazados en el reconocimiento.Curro Romero: bajonazo descarado y descabello (pitos); estocada corta baja y cuatro descabellos (ovación y salida al tercio). Joselito: estocada caída (oreja); estocada corta caída (ovación y salida al tercio). Rivera Ordóñez: pinchazo y estocada delantera (oreja); medía estocada (ovación y salida al tercio). Plaza de Aranjuez. 30 de mayo. 1ª corrida de las Fiestas de San Fernando. Casi lleno.

Rivera Ordóñez estuvo sobrado de facultades. Aquellos toros eran poca cosa para él. Toreó por naturales con la verdad por delante al inválido tercero e intentó el toreo profundo con el aborregado sexto.

¡Y Curro! ¿Quién ha dicho que Curro Romero es un torero sin técnica? Sólo un diestro con sabiduría y ciencia torera puede sacar los derechazos, lentos y armoniosos que Curro le sacó al cuarto, tras unos intentos con la muleta enganchada porque el toro tenía corto el viaje. Después, las trincherillas, los cambios de mano y el desplante. ¡Cómo le quiso el público en esos momentos! ¡Y cómo sería la armonía de la faena, que nadie se acordó de pedir, a gritos, que sonara la música!

En el primero, que no pasaba, se limitó a componer la figura y a matarlo como acostumbra en casos semejantes. También fue jaleado en algunos momentos al manejar el capote con el gusto y el duende que son habituales en el camero.

Pero el mérito de Curro está, sobre todo, en estar ahí. Se le ve con facultades, esbelto y con mucha seguridad. Y su habitual buen gusto para vestir lo exhibió luciendo un vestido negro y azabache. Curro seguirá todavía algunos años por esos ruedos, mientras los matadores de su edad andan mirándose la tripa en el espejo.

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