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Prestigio de la basura

Hace tiempo que la basura ya no es un desperdicio. De ser considerada un desecho final ha pasado a convertirse en materia prima. Sin exagerar, la atinada explotación de la suciedad se ha ido convirtiendo poco a poco en uno de los negocios más limpios. No es extraño que en la regeneración y comercio de las basuras se hayan interesado los centros más encimados y que el detritus, trasfigurado en rédito, ocupe desde hace poco una sección en las cotizaciones internacionales de bolsa. Junto al café, el trigo o la carne, las basuras fulgen desde otoño pasado en los paneles de la bolsa de Chicago y su éxito presagia una extensión del comercio a otras plazas del planeta.Las operaciones cambiarias se refieren a las inmundicias de la misma manera que se referirían al oro y hablan de despojos como de la soja. Los clientes, las plantas de reciclaje o los hipertraperos del ciberespacio compran mil toneladas a través de la electrónica. Hay, como es de imaginar, partidas de mayor o menor aprecio según se conozca la procedencia que distingue entre desechos de ricos y pobres, las secreciones de Beverly Hills o del Bronx, entre las de zonas cívicas, donde se han separado los vertidos, de la áreas en que las sustancias se apelmazan.

El mercado basurero ofrece, en todas partes, un horizonte formidable. Sólo en Estados Unidos se recogen al año más de 40 millones de toneladas de papel usado, 3 millones de toneladas de vidrio, 620.000 toneladas de botellas de plástico. Enseguida aparecerán nuevas parqués interesadas en este porvenir y, en opinión de los brokers, muy pronto se inaugurará, para completar las transacciones, un mercado de futuros que permitirá comprar o vender por un precio anticipado. El pronóstico general es que las basuras, al compás de su mejor aprovechamiento, ocuparán mayor relieve en los comienzos del próximo siglo y valdrán definitivimente más.

Como vale cada vez más el aire sucio. Exacamente desde marzo de 1993, la bolsa de Chicago organiza subastas anuales muy animadas en las que el objeto a adquirir son toneladas de aire contaminado. La razón de tales operaciones procede de la ley de 1990 que fijó como objetivo nacional disminuir en 10 millones de toneladas cada año la emisión industrial de dioxído de azufre, causa de la lluvia ácida.

Mediante esta ley de aire puro, cada empresa está auto rizada a polucionar su área en un límite que decrece cada ejercicio. En concreto, por esta época, una central térmica puede poseer la autorización para contaminar la atmofera durante 1996 con una tonelada de dióxido de azufre y por cada tonelada que sobrepase esta cuota pagará una multa de dos millones de pesetas. Pero, a la vez, la ley admite comprar autorizaciones de contaminación que sobren a otras industrias más limpias. De la demanda de autorizaciones por unos y de la oferta de autorizaciones sobrantes. por parte de otros se ha formado un tráfico que opera en estas pujas primaverales. Durante la subasta se compran toneladas de aire sulfurado para este mismo curso o bien para ejercicios venideros, según las necesidades.

Una limitación existe, sin embargo, come es de razón: Un contaminador rico no podrá comprar impunemente una cantidad sin fin de autorizaciones contaminantes. Las subastas se refieren a un 3% de la emisión total puesto que el resto lo atribuye estrictamente la Agencia para la Protección del medio Ambiente a cada firma. Con ese 3% sin embargo hay suficiente para especular, hacer negocios, reconsiderar la basura como un producto con un destino diferente a perecer. La nueva acción económica ha encontrado en en el reciclaje de las mercancias un simulacro de la eternidad. Y con ello todo parece más lucrativo y feliz. Nada se destruye o se pierde para siempre. Como la apariencia de los hombres y las mujeres se recuperan en un lifting de juventud, el producto se recicla, y se recompra en un lifting de precios y lizas.

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