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FERIA SE SAN ISIDRO

Hubo tongo

A Cristina Sánchez la regalaron una oreja. Y además de regalarle la oreja, la sacaron una birria de novillos dentro de la gatada general que aprobó la autoridad, el presidente hizo la vista gorda cuando uno de ellos rodaba por la arena, estuvo el público a su favor, se lo aplaudieron todo. Luego hubo tongo.Machismo y feminismo aunaron por una vez criterios en evidente confusión de la velocidad con el tocino. Machistas y feministas estaban con Cristina Sánchez por ser mujer; y no es eso en lo que habíamos quedado.

La actuación de Cristina Sánchez no fue la del 1 de mayo en esta misma plaza, entre otras razones porque no era 1 de mayo sino 21 de mayo. Y una vez desvelada esta genial constatación, cuadra añadir que una cosa es torear como Dios manda un novillo entero y verdadero, otra bien distinta pegarle pases a un animalejo escuálido, tullido y acorne, con aspecto de eral. Y así -y de tal guisa- alcanzó Cristina Sánchez el triunfo.

Torreón / Amador, Sánchez, Rafaelillo

Novillos de El Torreón (tres rechazados en el reconocimiento), de escasa presencia, flojos -5º, inválido-, mansotes, dóciles. 2º, 4º y 6º de Alcurrucén, de escaso trapío, flojos, parecido juego.Manolo Amador, de Albacete, nuevo en esta plaza: media perpendicular y descabello (algunas palmas); pinchazo, bajonazo descarado -aviso- y cinco descabellos (silencio). Cristina Sánchez: tres pinchazos tirando la muleta, otro bajo, estocada corta -aviso- y dobla el novillo (división); estocada caída (oreja con protestas). Rafaelillo: estocada corta ladeada, rueda de peones y tres descabellos (algunas palmas); dos pinchazos, otro hondo y descabelIo (silencio). El picador El Turuta resultó lesionado en una caída. Plaza de Las Ventas, 21 de mayo, 11ª corrida de feria. Lleno.

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Lo del 1 de mayo toreando serio, hondo y en perfecta ligazón, que a muchos aficionados levantó de los asientos, era distinta historia. Cualquiera toreando de esta divina forma, hombre o mujer -que el arte no reconoce sexos-, se gana el respeto de la afición y tiene el camino expedito para aspirar a un puesto señero entre los mandones del toreo. Y en esas estábamos.

Por eso cuando Cristina Sánchez pegaba pases fuera de cacho a un novillito sin apenas cornamenta o bullía muleteando una especie de eralote incapaz de pegar cuatro trancos menudos sin caerse, y la gente decía que no importaba porque es mujer, se estaba perpretando un tongo descarado, que en otra acepción castellana significa no jugar limpio.

No es que estuviera mal Cristina Sánchez. Voluntariosa siempre, bien colocada en los tercios, capotera con oficio y lidiadora capaz, a su lado los restantes espadas de la terna parecían aprendices; ella, doctora en tauromaquia.

Los restantes espadas de la terna (dos, si la matemática no engaña) dieron la sensación de estar verdes. Llega a resultar la novillada como presagiaron los primeros compases y vista la referida inmadurez, hay en el ruedo venteño un dos de mayo (el de la revuelta contra la francesada; no el fasto reciente de Joselito).

Efectivamente, a poco de abrir plaza, el novillo se arrancó al caballo dormilón que utilizan para picar, lo derribó, y en su estampida tras cometer la fechoría pegó un volteretón al subalterno Pepe Agüero. La cogida olía a cloroformo. Pero no hubo cloroformo sino que se incorporó rápidamente el zarandeado peón, caló la montera perdida, tomó el capote, entró a la brega y la desarrolló con un valor y un conocimiento propios de los toreros de otra época. Para que no faltara nada, corrió ese novillo a punta de capote y al cuarto le prendió dos soberanos pares de banderillas asomándose al balcón. Loor a Pepe Agüero, honra y prez de la torería que viste de azabache y de plata.

Su jefe de cuadrilla, Manolo Amador -ya entradito en años, albacetense y debutante- estaba menos puesto en las técnicas del toreo, lo que no le impidió exhibir una personalidad agitanada y un estilo interpretativo de buen corte. No son valores irrelevantes. Cierto que propendía a descargar la suerte, a resolver las faenas mediante la ejecución del unipase, mas a nadie debía extrañar pues esas son las argucias que se llevan. Lo sorprendente habría sido lo contrario.

Rafaelillo, seguía la música escuela, si bien con peor provecho a causa de sus formas rudimentarias. Rafaelillo estuvo mal. A Rafaelillo no le aclamaban las chicas y tampoco los chicos. No por ser hombre, naturalmente; aunque, si llega a ser mujer, quién sabe.

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