Consenso sonoro
Desplegar la carpetilla de algún disco JMT (Jazz Music Today), sello para el que graba el trío de Paul Motian, equivale a adentrarse en un mundo regido por particulares reglas estéticas, éticas y hasta espacio-temporales. Los dibujos y fotografías se complacen en el caos organizado y las letras de los créditos se agolpan sin solución de continuidad en estricto desorden, formando líneas densas e irregulares que, para ser entendidas, exigen el talento y la paciencia de un especialista en jeroglíficos. Si el lector consigue descifrar el mensaje puede considerarse miembro del club de amigos de lo críptico. Es un círculo restringido, pero despierta áreas dormidas de la sensibilidad y depara múltiples satisfacciones.Así debió entenderlo el público cuando despidió a Motian y a sus formidables compañeros con una ovación entusiasta. El batería aguantó los aplausos sin hacer ni el más leve gesto de reconocimiento, distante como una estrella de rock alternativo, hierático como un antiguo dios de la percusión: poco antes había oficiado como tal.
Paul Motian Trío
Joe Lovano (saxo tenor), Bill Frisell (guitarra) y Paul Motian (batería).Círculo de Bellas Artes. Madrid, 18 de mayo.
En el trío de Motian está prohibido que los unísonos sean puros y el contrapunto abraza hasta la muerte su condición más audaz. El guitarrista Bill Frisell eludió la tentación de suplir las funciones habituales del contrabajo y el piano, y desarrolló su delicada labor de engarce armónico desde una fantasía tímbrica en constante afirmación de individualidad. En el otro extremo, el saxo tenor de Joe Lovano, implacable contra la rutina, se movió en total libertad al abrigo de un lirismo recio y profundo inspirado en el John Coltrane sacro. Detrás de unos tambores que lo saben todo en materia de jazz, Motian dirigió a la contra, de acuerdo con un particularísimo patrón de ritmos inusuales y acentuaciones por sorpresa. Apenas cuatro golpes de baqueta le bastaban para crear una línea de tensión con vida propia, etérea y en fuga hacia el infinito, invisible pero visionaria.
Los calculados encuentros y desencuentros entre los miembros del trío proporcionaron una engañosa sensación de espontaneidad. Lo cierto es que el éxito radicó en un concienzudo trabajo para alcanzar él consenso sonoro. El que agradecieron piezas de tan eterna modernidad, como Ruby my dear, de Thelonious Monk, o Don't explain, de Billie Holiday, dos ejemplos concluyentes de que Motian y compañía sólo ponen su poderosa creatividad al servicio de materiales del más exigente nivel expresivo.
Babelia
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